Oye lo que sucedió
a un poeta con su ama:
Como dicen que se inflama
de un espíritu su pecho,
de cuyo ardor satisfecho
es el corazón la llama,
él enfurecido estaba,
y tanto se divertía
del afecto que llevaba,
que todo cuanto escribía
a voces representaba.
Llegó al paso de un león
a aquella misma ocasión
que con la comida entraba
el ama, y como él estaba
llevado de su pasión:
—¡ Guarda el león ! —con voz fiera
dijo—. Y el ama ligera,
que ya temió sus cosquillas,
con puchero y escudillas
rodó toda la escalera,
diciendo : —¡Ay, Virgen Sagrada,
librad a Mari-Guisada
de sus uñas importunas!
Quedando el amo en ayunas,
y la rucia ama, rodada.
(Lances de amor y fortuna, jornada 3ª
, escena IV) |