De una fiesta a su lugar
volvía un tamborilero,
y un fraile también volvía
de la fiesta a su convento.
El tamborilero iba
en un burro caballero,
y el fraile a pie. Preguntóle
el padre: —¿De dónde bueno?
—De tañer —dijo— esta flauta
y este tamboril. —Por eso
—le preguntó—, ¿qué le han dado?
El respondió: —Poco, cierto:
cincuenta reales, comido
y bebido, que no es menos,
llevado y traído; sin otros
regalillos que aquí tengo.
—¿Eso es poco? —dijo el padre— .
Pues yo de predicar vengo,
y ni aun de comer me han dado,
y como ve, a pie me vuelvo.
El tamborilero entonces
dijo enojado y soberbio:
—Pues tamborilero y padre
predicador ¿es lo mesmo?
Aprendiera buen oficio,
y no se quejara deso,
que no somos todos unos
frailes y tamborileros.
(De una causa dos efectos, jornada 2ª
, escena IX) |