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Carmen de Burgos y Seguí
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Biografía de Carmen de Burgos y Segui en AlbaLearning | |
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Música: Liszt - La Cloche Sonne |
El último deseo |
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I | ||
Aquel gabinete azul tan bello, donde tantas horas de felicidad habían transcurrido, estaba revuelto, desordenado; fuera de su sitio sillones y muebles; tirados por mesas y sofás los vestidos, las gasas y los encajes; en el centro de la habitación mundos y maletas a medio arreglar, y en el suelo, sobre la alfombra, multitud de papeles de música y libros de todas clases, que habían de formar parte del equipaje. Julia iba de acá para allá por la habitación, poniéndolo todo en orden, colocando en los baúles los objetos para el viaje. Pasaba ante Rafael luciendo la gallardía de su cuerpo hermoso, alto, fuerte y esbelto, y su cabeza de rizos de ébano con reflejos azulinos; el rostro de facciones correctas, labios de grana y plateada tez, donde brillaban dos ojos de azabache, con profundidades de abismo, entre doble fila de pestañas espesas, que se movían inquietas, con aletear de mariposas negras. —¿Me escribirás?—preguntó él. — ¡Escribirte! ¡Ah! Sí, es verdad; vamos a dejar de vernos—contestó Julia. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y se acercó temblorosa a su amigo, como si hasta aquel instante no hubiera medido toda la tristeza de la separación. —Julia—añadió él con voz grave—, desiste de este viaje, de este alejamiento inútil... Tu marcha me llena de dolor... Te amo, Julia, te amo; encarnas toda la idealidad de mi alma... desvaneces todas mis tristezas en una nueva aurora de felicidad. Y cogiéndole la mano la retuvo junto a él. ¿Por qué no habían de amarse?... Se conocían desde mucho tiempo antes, y la simpatía de un dolor común los aproximó... Poco a, poco se habían entendido aquellas dos almas buenas y desgraciadas, para llegar a sentir una pasión verdadera y honda... Julia admiraba a Rafael por su carácter fogoso, apasionado, que luchaba noblemente, después de haber padecido persecuciones y destierros para servir la causa de la libertad... Era un poeta que no hacía versos, un idealista que no fue comprendido por la mujer a la cual unió su suerte con irreflexión de muchacho... sólo una vez había amado; su amor fue un imposible... y cuando triste, cansado, creía desierta la vida, venía Julia a resucitar en su alma las ilusiones muertas, la caricia del verdadero amor... ¡Sufría tanto! Desterrado de Italia por sus ideas liberales, vio morir de miseria a un hijo querido entre las tristezas de la expatriación. Desde entonces su hogar perdió el calor del cariño... ¿Cómo dejar escapar la felicidad que aquel amor representaba? Julia lo escuchaba con arrobamiento. No era hermoso; su rostro tenía la expresión vivaz, nerviosa, de los meridionales; moreno atezado el color y un poco achatada la cabeza, ásperas y rebeldes las cejas; muy abultada la nariz; francos y sensuales los gruesos labios, y toscas y duras las facciones; pero bajo la luz cambiante de unos ojos grandes, melancólicos, profundos, llenos de sinceridad y de honradez, todo el conjunto se armonizaba dulcemente. —¡Oh! Yo también te amo—confesó noblemente Julia—. Pero sabes que hay heridas incurables en mi corazón... Volvió él a persuadirla con su acento grave y sincero... Conocía toda su historia, toda su vida; era una niña grande llena de fe, de ilusiones, de creencias; una alma buena, que el mal pudo herir a su capricho... ¿Por qué había de continuar haciendo un ídolo del hombre que le había destrozado el corazón? Todo aquello eran sueños como los que él alimentó hasta entonces... la realidad era otra; la realidad era el amor... Puesto que se amaban, sólo debían pensar en ser felices... Huirían de allí... se irían a Inglaterra, a Londres, y vivirían el uno para el otro... en el supremo olvido de todo lo existente... —Tu esposa...—balbuceó ella vencida por aquel sueño de ventura. El no la dejó continuar; eran inútiles los esfuerzos para amar a su mujer; estaba convencido de ello. El corazón que se escapa no vuelve jamás a su dueño... y cuanto más delicado, más fino es el espíritu, más propenso se halla a la infidelidad, como los perfumes más sutiles son los más fáciles de evaporarse. Si Julia le rechazaba, su esposa no le recobraría, seguiría rodando sobre muchos lechos en fáciles aventuras, corriendo detrás de todas las mujeres que lo atrajeran con una promesa nunca cumplida, sintiéndose canalla con la inconstancia, que le haría huir hoy de la mujer a quien ayer juraba amor eterno. Hablando así el joven, ceñía sus brazos con pasión al esbelto talle de Julia, como si sintiera miedo de verla alejarse. Se abandonó ella al encanto de aquel abrazo, su cabeza coronada de cabellos de ébano cayó sobre el hombro de Rafael, que sin poder resistir el perfume embriagador de aquella piel suave, morena, plateada, transparente, bajo la cual circulaba con ardor la sangre, estampó un beso entre el nacimiento del cuello y el sonrosado lóbulo de la orejita... Estremecióse Julia, pero no se movió, perdida la razón en aquella embriaguez suprema; sólo sus labios murmuraron: —Rafael, acuérdate de nuestras confidencias de amistad... de los seres a cuyo recuerdo hemos prometido ser fieles... Él pareció no oiría; sus labios carnosos y frescos buscaron la roja boca de Julia; esquivóla ella, hundiendo la cabeza en su pecho, pero bien pronto volvió a levantar el rostro encendido, con las negras mariposas de los ojos envolviendo en sombras las pupilas y los labios temblantes... Sin apresuramiento, sin violencia, dulcemente, Rafael besó aquellos labios; fue el suyo un beso suave, de ternura infinita, de armonía suprema... Después, como sí accediese a la súplica de su amada, lució la razón, para separarse del cuerpo adorado que sentía palpitar sobre su pecho... Fue ella la que le retuvo, enlazando los brazos alrededor de su cuello, mientras murmuraba: —Te amo, Rafael; Rafael mío. ¡Ah! ¡No han sabido defendernos nuestros ídolos! Y depositó sobre sus labios Un raudal de besos de fuego, repetidos con pasión... Toda fuerza de resistencia era inútil... Grande, potente, avasalladora, la ola del amor subió del pecho, estalló en los labios, veló la luz de los ojos entre celajes de nubes azules... Luz, sol, armonías y perfumes de otro mundo más perfecto les inundaban con sus reflejos y sus esencias... Los libros y los papeles se esparcieron sobre la alfombra, y de sus hojas se escapó un canto idílico, mientras las encuadernaciones se doblaron bajo el peso de dos cuerpos que se estrechaban con todo el delirio de una pasión largo tiempo contenida y triunfadora al fin. |
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