Un ladrón cayó en el garlito. Falto de recursos para comer bien, como comen los ladrones, y no pudiendo tragar el rancho de la cárcel, pidió auxilio a los compañeros de su partida. Se hizo una suscripción.
Se reunió una cantidad de dinero Para aliviar las necesidades del cautivo. Se dio a uno de los compañeros el encargo de entregar la suma recaudada. Y el encargado, que adoraba una mujer, la cual era su vicio, dispuso de los francos para divertirse locamente con ella...
Los demás compañeros se reunieron en audiencia. El Presidente, un tal Rouget, consumado ladrón, interrogó al reo. El Fiscal, también ladrón, pidió la pena de muerte. El Jurado, todo de ladrones, le condenó. Otro ladrón, llamado Cocó, fue designado por la suerte para ejecutar la sentencia. Y el reo fue hallado en el camino de Passy, boca abajo, con la espalda atravesada por la hoja de un puñal.
La justicia, legalmente constituida, intervino en el asunto, y Rouget fue preso...
En esa vista a puerta cerrada del proceso de un ladrón juzgado por ladrones, el ceremonial y los elementos constitutivos del fallo son absolutamente iguales a los procesos en la sociedad legal. Hay un delincuente, un magistrado que acusa, otro magistrado que falla y un instrumento de la ley que ejecuta. La sentencia se inspiró en el instinto de conservación social y en el más alto espíritu de justicia. El robo verificado en detrimento de un compañero cautivo y menesteroso, cuya vida peligraba, fue estimado como asesinato a traición y a mansalva. El reo mereció morir. Murió...
—Pero... ¿quién dio a esos señores ladrones el derecho de constituirse en jueces de un semejante suyo?...
—Y a nosotros, los que no hemos robado todavía, ¿quién nos dio el derecho de legislar, acusar, fallar y ejecutar?
¡Pero nosotros estamos constituidos en sociedad!
¡Pero ellos también lo están!
—Pero nuestra sociedad no se ha constituido para robar.
—Pero con el robo pasa lo mismo que con la poligamia. El hombre civilizado no es legalmente polígamo.
—Porque no le dejan: pero lo es de hecho. Cada familia es un serrallo de hipocresías. Nuestra sociedad no tiene por fin el robo, pero lo tiene como medio de existencia. Toda transacción es un robo. Una de las partes resulta siempre perjudicada; luego robada. Se roba hasta sin querer, sin darse cuenta, porque el dolo está en la naturaleza de todas las cosas...
—Pero los jueces del reo de Passy eran ladrones con arreglo al derecho escrito.
—Pero nosotros también somos ladrones con arreglo al derecho no escrito. La diferencia es ésta: ladrones ruidosos, van a la cárcel; ladrones silenciosos, andan sueltos.
—Es usted, señor Bonafoux, un anarquista.
—Y usted, señor mío, es un animal. |