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Canto Primero - Cap 3
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Biografía de Gustavo Adolfo Bécquer en Albalearning | |
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Música: Albeniz - Espana - No. 3 - Malagueña |
Unida a la muerte Canto Primero |
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III Que se retiren todos de esta sala! ¡Que se prensente aquí al momento el jefe de la guardia del harén! Así habló Giaffir. Nadie permaneció en la sala más que su hijo y un nubio ejecutor de sus órdenes. El viejo continuó dirigiéndose a éste: — Harun, tan pronto como esa multitud de esclavos haya atravesado el dintel de la puerta exterior, irás a buscar a mi hija a su torre; he dedicido ya de su destino; pero nada le comuniques que pueda hacerle entrever mis proyectos. Yo únicamente debo manifestarle cuál es su deber. — ¡Pachá, oír es obedecer! Un esclavo no puede responder otra cosa al déspota. Harun iba a salir para dirigirse a la torre; pero se detuvo porque el joven Salim rompió el silencio. Antes de pronunciar la primera palabra, se inclinó profundamente; luego, con voz dulce y manteniéndose en pie, pues el hijo de un musulmán moriría antes de atreverse a tomar asiento delante del autor de sus días, se expresó de esta manera: — Padre, antes de castigar a mi hermana o a su negro guardián, es preciso que sepas que si hay algún culpable, lo soy yo solamente. Que tu cólera no caiga, pues, más que sobre mí. ¡Estaba la mañana tan hermosa! La vejez y el cansancio pueden amar el sueño; pero, yo, padre, yo ... no podía dormir... He ido a buscar a Zuleika, porque para contemplar los más bellos aspectos de la tierra y del mar necesitaba otra persona a quien comunicar los pensamientos que hiciesen latir mi corazón. ¡Ah! ¡Es tan triste la soledad! Sabes que las puertas del harén se abren fácilmente para mí; antes de que los esclavos que las guardan hubiesen despertado, Zuleika y yo estábamos ya bajo los bosques de cipreses y devorábamos con nuestros ojos la tierra, el Océano y el cielo. Nos hemos paseado quizá demasiado tiempo entretenidos con la historia de Mejnum y Leila y con los versos del persa Sadi, que nos han hecho olvidar las horas; hasta el momento en que oyendo el sonoro eco del tambor que anuncia tu diván, fiel a mi deber he acudido a saludarte. En cuanto a Zuleika... Zuleika se halla todavía en el jardín; pero ningún mortal ha visto sus facciones... ¡Oh padre!, no te irrites; ¡recuerda que nadie puede penetrar bajo esas misteriosas sombras! |
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