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Biografía de Julia de Asensi en Wikipedia |
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Música: Granados - Cuentos de la Juventud, 10. Marche |
Los fantasmas del bosque |
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Un día que el niño había salido de su casa con objeto de coger nidos en el campo, prolongó su paseo más de lo debido, llegando a un sitio que no conocía. Cansado, se sentó en un banco de piedra y así le sorprendió la noche. Era aquel un paraje tan solitario que no había visto a nadie cruzar por él durante el tiempo que había permanecido allí. De repente divisó algo blanco, más alto que una persona, que se adelantaba hacia el banco. Era un fantasma gigantesco, sin cara, sin brazos y sin pies, una enorme sombra blanca que a Paulino le pareció que debía de haberse desprendido de los peñascales. Aunque era valiente, aquello le causó cierto espanto, el temor, que produce siempre lo desconocido. Ya había él oído hablar en el pueblo de aquella extraña aparición, pero había tenido la suerte de no encontrarla nunca. Era el terror de los pacíficos habitantes por sus continuas exigencias; si no le daban dinero, maltrataba a los infelices que pasaban por el campo después de vender los productos de sus huertas en la villa cercana. Calumniaba a las mujeres, insultaba a los hombres, pegaba a los niños, y nadie se atrevía a hacerle frente creyéndole la mayor parte de los aldeanos el alma de un bandido famoso que hubo allí en otro tiempo y que no quería recibir ni el mismo Satanás en su reino. Sin poder huir, Paulino se detuvo, esperando que el fantasma le hablase. -¿Quieres ser rico? le preguntó, ¿quieres ser feliz? ¿quieres ocupar el lugar de Guillermo? El niño no se atrevió a contestar. -De tu respuesta afirmativa o negativa depende tu porvenir. ¿Quieres? -Sí, murmuró al fin el muchacho. -Pues ve a casa de Antolín y allí te explicarán lo que has de hacer. Paulino se alejó rápidamente, en tanto que el fantasma se internaba en el bosque. Cuando el niño llegó a la casa de Antolín, halló a la mujer de éste, a la que llamaban en el pueblo la bruja, sentada delante de la puerta. Al ver a Paulino, le habló con cariño y le hizo entrar en su casa. -¿Dónde está tu marido? preguntó él. -Ha ido hoy de caza y hasta las once no volverá, respondió ella; pero entra, que yo te recibiré como Antolín. -Tú podrás explicarme... -Todo lo que quieras. Hizo sentar al muchacho y le habló así: -El padre de Guillermo envió el cochero al pueblo de H... para que recogiese a su hijo que volvía de su colegio a pasar las vacaciones en la ciudad donde su familia habita. El padre no pudo ir a buscar al niño ni tampoco su madre, que está enferma. El cochero era de toda confianza y hasta el citado pueblo fue Guillermo desde el colegio con uno de los profesores, que regresó en seguida a su país. Pero he aquí que, sin saberse por qué causa, el caballo se asustó y salió desbocado, tiró al cochero del pescante y por último volcó el carruaje. El cochero, temeroso de que le achacasen la responsabilidad de lo ocurrido, huyó, y el niño, mal herido, fue recogido por nosotros. Tú eres pobre y desgraciado y tienes ambición. Si quieres ser rico y feliz ponte la ropa de Guillermo, hazte pasar por él, y éste, vivo o muerto, ocupará tu lugar. La tentación era muy grande para que Paulino resistiera a ella. Vio a Guillermo que estaba acostado en una pobre cama, pálido, perdido el conocimiento, y creyó que le quedaban pocas horas de vida. Puesto que el niño iba a morir ¿qué perjuicio podía causarle aquella sustitución? Antolín, que llegó a su casa poco después, acabó de convencerle. Paulino se despojó de su humilde ropa y se puso la de Guillermo, que parecía hecha para él. La bruja le peinó como el otro niño y el parecido aun fue más notable. -En pago de este servicio, le dijo Antolín, me darás todo el dinero que puedas; si dejas de hacerlo descubriré la verdad y te volverás a tu casa, después de recibir un castigo. Paulino prometió pagar aquel favor y al día siguiente partió para la ciudad en compañía de Antolín. Nadie supo por entonces lo que había sido del cochero. La madre de Paulino fue avisada por la bruja de que su hijo se había caído de un árbol; vistieron a Guillermo con la ropa del otro niño y la pobre ciega pudo engañarse al pronto creyendo que aquel muchacho herido y atacado de violenta calentura era realmente su hijo.
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