¿Por qué, tórtola, en cítara doliente
haces que el aire gima con tu canto?
Si alivios buscas en ajeno llanto,
mi dolor te lo ofrece; aquí detente.
Al verte sola, de tu amante ausente,
publicas triste en ayes tu quebranto;
yo también ¡ay dolor! suspiro tanto
por no poder gozar mi bien presente.
Pero cese ya, oh tórtola, el gemido,
que aunque es inmenso tu infeliz desvelo,
mayor sin duda mi tormento ha sido:
pues tú perdiste un terrenal consuelo
en tu consorte, pero yo he perdido
en mi adorado bien la luz del cielo. |