Gottfried Wolfgang era un joven de buena familia. Durante algunos años había estudiado en la Universidad de Gotinga, pero como tenía un espíritu entusiasta y era un visionario, se dedicó a esas extrañas doctrinas especulativas, que durante tanto tiempo han fascinado a los estudiantes alemanes. Su vida retirada, su intensa dedicación y la rara naturaleza de sus estudios produjeron un extraño efecto sobre su cuerpo y espíritu. Su salud se resintió y su imaginación enfermó. Se entregó a fantásticas especulaciones acerca de la esencia del espíritu, hasta que, como Swedenborg, se encerró en un mundo ideal, que construyó a su alrededor. Se imaginaba, sin que se sepa cómo ni por qué, que sobre él pesaba una influencia diabólica; que un genio o espíritu maligno buscaba posesionarse de él y perderlo. El peso de esta idea produjo sobre su temperamento melancólico los resultados más sombríos; se dejó agobiar por el abatimiento. Sus amigos descubrieron la enfermedad mental que lo tenía en tal zozobra y decidieron que el mejor remedio era un cambio de ambiente; así, se decidió que fuera a continuar sus estudios en la alegre y esplendorosa París.
Gottfried Wolfgang was a young man of good family. He had studied for some time at Göttingen, but being of a visionary and enthusiastic character, he had wandered into those wild and speculative doctrines which have so often bewildered German students. His secluded life, his intense application, and the singular nature of his studies, had an effect on both mind and body. His health was impaired; his imagination diseased. He had been indulging in fanciful speculations on spiritual essences, until, like Swedenborg, he had an ideal world of his own around him. He took up a notion, I do not know from what cause, that there was an evil influence hanging over him; an evil genius or spirit seeking to ensnare him and ensure his perdition. Such an idea working on his melancholy temperament produced the most gloomy effects. He became haggard and desponding. His friends discovered the mental malady preying upon him, and determined that the best cure was a change of scene; he was sent, therefore, to finish his studies amidst the splendors and gayeties of Paris.