Impulsado de un pensamiento religioso, espontáneo e indefinible, eché maquinalmente pie a tierra, me descubrí, y comencé a buscar en el fondo de mi memoria una de aquellas oraciones que me enseñaron cuando niño; una de aquellas oraciones, que cuando más tarde se escapan involuntarias de nuestros labios, parece que aligeran el pecho oprimido, y semejantes a las lágrimas, alivian el dolor, que también toma estas formas para evaporarse.
Impelled by a religious impulse, spontaneous and indefinable, I dismounted mechanically, uncovered, commenced to search my memory for one of those prayers which I was taught when a child,—one of those prayers that, later in life, involuntarily escaping from our lips, seem to lighten the burdened heart and, like tears, relieve sorrow, which takes these natural outlets.