Después de ocupado el suntuoso alcázar de Carlos V, echose mano de la casa de Consejos; y cuando ésta no pudo contener más gente comenzaron a invadir el asilo de las comunidades religiosas, acabando a la postre por transformar en cuadras hasta las iglesias consagradas al culto. En esta conformidad se encontraban las cosas en la población donde tuvo lugar el suceso que voy a referir, cuando una noche, ya a hora bastante avanzada, envueltos en sus oscuros capotes de guerra y ensordeciendo las estrechas y solitarias calles que conducen desde la Puerta del Sol a Zocodover, con el choque de sus armas y el ruidoso golpear de los cascos de sus corceles, que sacaban chispas de los pedernales, entraron en la ciudad hasta unos cien dragones de aquellos altos, arrogantes y fornidos, de que todavía nos hablan con admiración nuestras abuelas.
After occupying the magnificent palace of Carlos V. they appropriated the City Hall, and when this could hold no more, they began to invade the pious shade of monasteries, at last making over into stables even the churches sacred to worship. Such was the state of affairs in the famous old town, scene of the event which I am about to recount, when one night, already late, there entered the city, muffled in their dark army-cloaks and deafening the narrow, lonely streets, from the Gate of the Sun to the Zocodover, with the clang of weapons and the resounding beat of the hoofs that struck sparks from the flinty way, one hundred or so of these tall dragoons, dashing, mettlesome fellows, whom our grandmothers still tell about with admiration.