Ellen Marchmill, sentada a solas unos minutos después, pensaba en Robert Trewe con sorpresa e interés. Su propia historia —reciente— explicará mejor que ninguna otra cosa el porqué tal interés. Hija única de un sufrido hombre de letras, llevaba uno o dos años escribiendo poemas en un esfuerzo por hallar cauce adecuado para el fluir de sus —lamentablemente— apresadas sensaciones, que parecían estar perdiendo la claridad y el fulgor de los primeros tiempos por culpa del estancamiento que suponía la rutina de llevar una casa y de la tristeza que le producía el dar hijos a un padre vulgar. Estos poemas, firmados con un pseudónimo masculino, habían aparecido en varias revistas oscuras y, en dos ocasiones, en publicaciones bastante prestigiosas. En la segunda de estas ocasiones, la página que en su parte inferior traía impreso, en letra menuda, su desahogo, traía en su parte superior, impresos en letra grande, unos versos —que trataban del mismo tema que los suyos— de aquel mismísimo hombre: Robert Trewe. Los dos, en efecto, habían quedado impresionados por un trágico suceso que había venido en los periódicos y lo habían utilizado simultáneamente como fuente de inspiración; el director de la revista, en una nota, subrayaba la coincidencia y decía que la excelencia de ambos poemas le impulsaba a ofrecérselos juntos a los lectores.
Ella Marchmill, sitting down alone a few minutes later, thought with interested surprise of Robert Trewe. Her own latter history will best explain that interest. Herself the only daughter of a struggling man of letters, she had during the last year or two taken to writing poems, in an endeavour to find a congenial channel in which let flow her painfully embayed emotions, whose former limpidity and sparkle seemed departing in the stagnation caused by the routine of a practical household and the gloom of bearing children to a commonplace father. These poems, subscribed with masculine pseudonym, had appeared in various obscure magazines, and in two cases in rather prominent ones. In the second of the latter the page which bore her effusion at the bottom, in smallish print, bore at the top, in large print, a few verses on the same subject by this very man, Robert Trewe. Both of them, had, in fact, been struck by a tragic incident reported in the daily papers, and had used it simultaneously as an inspiration, the editor remarking in a note upon the coincidence, and that the excellence of both poems prompted him to give them together.