El burro y el perro - Arcipreste de Hita

Un perrito faldero con su dueña jugaba,
con su lengua y hocico las manos le besaba,
ladrando y con la cola, a su modo halagaba,
demostrándole en todo con cuánto la amaba

Ante ella y sus amigos en pies se tenía;
todos, con él, gozaban de solaz y alegría,
cada uno le daba de aquello que comía;
el asno lo observaba un día y otro día.

El asno, poco seso, meditó y paró mientes;
masculló el burro necio así, entre dientes;
"Lo mismo a mi señora que todas esas gentes
con más provecho sirvo que perros complacientes.

Yo sobre mi espinazo les traigo mucha leña,
acarreo la harina que comen, de la aceña:
en dos pies me pondré, jugaré con la dueña
como el perro a quien tiene en su falda, halagüeña".

Rebuznando bien alto del establo salía,
como garañón loco tal el necio venía;
retozando y haciendo mucha majadería
se fue para la sala donde al ama hallaría.

Puso sobre los hombros de la dama sus brazos,
ella dio grandes voces, vinieron los collazos;
diéronle muchos golpes con piedras y con mazos,
hasta que en él los palos hiciéronse pedazos.

(Del "Libro del Buen amor" escrito en 1330)

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Arcipreste de Hita

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El burro y el perro

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Un perrito faldero con su dueña jugaba,
con su lengua y hocico las manos le besaba,
ladrando y con la cola, a su modo halagaba,
demostrándole en todo con cuánto la amaba

Ante ella y sus amigos en pies se tenía;
todos, con él, gozaban de solaz y alegría,
cada uno le daba de aquello que comía;
el asno lo observaba un día y otro día.

El asno, poco seso, meditó y paró mientes;
masculló el burro necio así, entre dientes;
"Lo mismo a mi señora que todas esas gentes
con más provecho sirvo que perros complacientes.

Yo sobre mi espinazo les traigo mucha leña,
acarreo la harina que comen, de la aceña:
en dos pies me pondré, jugaré con la dueña
como el perro a quien tiene en su falda, halagüeña".

Rebuznando bien alto del establo salía,
como garañón loco tal el necio venía;
retozando y haciendo mucha majadería
se fue para la sala donde al ama hallaría.

Puso sobre los hombros de la dama sus brazos,
ella dio grandes voces, vinieron los collazos;
diéronle muchos golpes con piedras y con mazos,
hasta que en él los palos hiciéronse pedazos.

(Del "Libro del Buen amor" escrito en 1330)

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