J. Manuela Gorriti
Leyenda bíblica
Era de la creación el cuarto día y la luz primaveral rosada y tibia se derramaba a torrentes sobre la naciente creación. Y el etéreo azul del firmamento era tan puro que dejaba ver las estrellas en torno del sol. Y los vastos mares bullían en su profunda cuenca; y la tierra se extendía en llanuras y se alzaba en montañas y se hundía en cóncavos valles.
Y el Eterno sonrió a su obra.
Y la tierra se estremeció de alegría, y los prados se cubrieron de flores; y las yerbas aromáticas brotaron en la falda de las montañas, y tupidos bosques en las cimas de ellas.
Y Dios tendió sobre su obra una mirada de complacencia.
Y las flores de los prados, y la yerba de los campos, y los árboles de las florestas, entonaron un himno de alabanza al Creador.
Y el naranjo del Edén dijo al cedro del Sanir:
¡Bendito sea el Señor! Elevó tu cima hasta el cielo; y extendió tus ramas de oriente a occidente, dotó a tu savia de sentimiento y te dio una vida inmortal. ¡Eres el rey de la creación!
Y las flores de los prados, y la yerba de los campos, y los árboles de las florestas bendijeron al Señor.
Y el cedro dijo, inclinando sus ramas hacia el árbol del Edén:
Contémplate a ti mismo y admira la munificencia del Creador. Labró tu tronco de bronce, e hizo tus hojas de esmeralda; dio a tus argentinas flores el perfume que él ama, y con el oro más puro amasó tu delicioso fruto. Eres el aroma de la creación.
Y las flores de los prados, y la yerba de los campos y los árboles de las florestas elevaron al Eterno un himno de amor.
Lima