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Vicente Huidobro

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Libro de observaciones

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Querido Sebastián, quieres que yo te escriba un libro de máximas y observaciones para entrar en la vida 

¿Con qué objeto? 

Piensa que las más grandes máximas son aquellas dudosas, las que admiten discusión porque las que dicen una verdad absoluta serán consideradas como meras vulgaridades. 

Dices que tienes miedo a la vida. Eso es irremediable y en ello llevas algo de razón porque la vida, querido Sebastián, es la gran escuela del egoísmo. 

Pero a pesar de esto no es una enemiga tan formidable como para temerla. 

Sométela a ti. Amánsala como a un potro salvaje. Exígele que te haga feliz. 

Tuércele el cuello a tu mal destino y señálale tú el camino que quieres seguir. Por otra parte no creas nunca en el Destino. 

Me dices que te hable del amor. Mejor es que tomes  mis escritos  y busques tú mismo. 

Toma de ellos lo que quieras y lo que no te guste deséchalo. 

— Me gusta lo que dice en uno de vuestros dramas aquel personaje triste y orgulloso: Si quieres humillar a una mujer exígele que piense o que razone sobre algo. 

— Si ello te gusta anótalo, querido Sebastián, pero piensa que hay mujeres que son una excepción y que yo las dejo fuera de mis palabras que son contra la mayoría de ellas. A estas excepciones témelas mucho. 

— En otra parte decís: 

Las mujeres no conocen la razón, pero poseen en cambio la intuición que suple a la razón y a veces la supera. 

Y en otra parte decís: 

El espíritu bajo el influjo de una gran pasión no razona nunca. Salta por encima de todo como un caballo ciego. Cuando en una alma entra la razón sale el amor. 

Y en otra parte: 

La mujer miente porque el hombre con sus dudas la hace mentir y a pesar de tanto y de tan bien que miente ¡cuan fácil es de engañar! 

Y en otra parte: 

No creáis en los amantes que hablan mucho. Esos saben que su amor no resiste al silencio porque el silencio es análisis. 

Y en otra: 

La duda nunca ha muerto un amor. El amor crece con la duda y si muere estad seguros que muere en brazos de la certidumbre, bien sea afirmativa o negativa. 

Recuerdo aquel muchacho medio loco de una de vuestras obras que hablando de los amantes dice: 

Todo amante inclina la cabeza lleno de cansancio y siente gravitar sobre ella un enorme peso. Este peso tiene dos nombres: o yugo o cuerno. El yugo esclaviza y sin embargo el hombre lo prefiere, el cuerno liberta, liberta en el amor a los hombres como en las cacerías da la orden de libertad para los perros y sin embargo el hombre le teme. 

Decididamente el hombre es un asno de noria. 

— Esas son frases, Sebastián, de un muchacho loco. 

— Recuerdo en otra parte aquel vejete que dice: 

Tu mejor o peor comportamiento con las damas en un salón depende, muy principalmente de tu sastre. 

Y aquella frase del muchacho rebelde: 

Hay personas que creen en la otra vida por el anhelo de reivindicarse. 

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