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Vicente Huidobro

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El primer amante. Otras palabras del amigo sátiro

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Mujer, que deliciosa es esta larga languidez que invade todo el cuerpo después del amor. 

 Ah! qué maravilloso instante de abandono. 

 Quisiera en este momento, así con mi cabeza en tus rodillas, escuchar una música lejana. 

No olvides, mujer, que soy tu primer amante. Seré tu último recuerdo. 

Soy el primero y estoy cierto de que seré el único. 

Desde el primer instante tus ojos me dijeron que eras mía aunque llevaras otro camino. 

Estaba fatalmente escrito y así había de suceder y por más que trataran de impedirlo, algún día, alguna tarde, alguna noche, tú habías de aparecer en cualquier recodo de mi camino. 

Y ya has aparecido. Y al aparecer mi corazón ha sentido que le gritabas: Eh, mírame, yo soy eso que tanto has buscado, eso que te faltaba para sentirte pleno, ese anhelo impreciso que te tenía triste. 

Y agregaste: mi amor llenará toda tu vida y pasará aun más allá de tu vida. 

Yo con esto tan simple te haré maravilloso y te llenaré de dulzura. Con esto tan simple te llenaré de harmonía como el viento que al pasar por la flauta de caña se convierte en música. 

Oh! mujer, déjame estar entre tus brazos tibios que sólo entre ellos me olvido de pensar en la muerte. 

¡Ah! la eterna obsesión. 

¿Dónde estaremos Mañana? Y qué importa ¡dónde estuvimos Ayer! 

Y pensar que nosotros estamos felices en el mismo sitio, gustando los mismos instantes, que otros dejaron para siempre, hundiéndose uno tras uno en el descanso silencioso. 

Entre tus brazos, oh mujer, me siento frágil como un niño. 

No sabes cuanto te agradece mi corazón estos instantes. 

Yo quisiera llenar tus oídos con un canto milagroso y sencillo, con un himno a todos los encantos del amor. 

Ojos que brillan debajo del sombrero ¡cómo atraéis hacia vosotros mis pasos vacilantes y cansados! 

Yo te juro, mujer, que todos mis otros amores no han dejado en mi alma más huella que la del vino en las botellas vaciadas. 

Tu corazón necesitaba del otro para completarse. Los besos del esposo eran ya fríos. 

¡Oh Mujer! tu corazón henchido de ternura necesitaba el calor de mis besos para florecer y descansar de su exuberancia, como la semilla necesita de la tierra. 

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4 minutos 42 segundos

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