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Vicente Huidobro

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El río

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El oído percibe a lo lejos el rodar de las piedras en el fondo del agua. 

Camino más ligero por el medio del bosque y por entre los últimos árboles, mis ojos divisan el río y parecen ponerse más cristalinos como si ya se hubieran sumergido en sus aguas. 

Todo mi cuerpo y mi espíritu, mis nervios y mi sangre parecen exclamar a un tiempo mismo llenos de entusiasmo: el Río. 

Y me siento invadido de una dulzura infinita. 

El sordo sonar del río en medio de la llanura y de los bosques y frente a las montañas, es el latido majestuoso de Dios en la naturaleza. 

Es solo semejante al ruido de la noche. 

¡Oh Padre Río que te alargas indefinidamente como un deseo, yo te amo porque eres todopoderoso y todo sereno! 

Pareces un brazo que se alarga para hacer eterna una despedida. 

Yo te amo ¡Oh Río! porque traes en tus aguas la visión de las grutas misteriosas, los secretos de las cavernas, la inquietud de las cascadas y la serenidad de las cumbres. 

Tú, Río, que traes flotando entre tus aguas las rosas y los helechos lejanos, dime: ¿qué cosa en el horizonte quiere coger tu brazo que se alarga ansiosamente? 

Tú que arrastras la visión de los cielos más puros, tú que has visto copiarse en tus aguas el rostro de la hermana de mi espíritu y sus ojos luminosamente hondos, dime: ¿qué buscas en las lejanías? ¿qué vas persiguiendo con esa constancia infinita que parece que en tu frente llevaras escrito un mandato o un signo de fatalidad? 

¡Oh Padre Río que te alargas indefinidamente como un dolor, yo te amo porque a través de la serenidad de tus aguas escucho el combate que se libra en tu fondo! 

Amo tu canto dulce y solemne hermano del cantar de los vientos. 

Amo la verdura que crece en tus orillas y que roza blandamente sus hojas pequeñas sobre tus aguas como un niño ingenuo que hace cosquillas con una pluma en el rostro del abuelo dormido. 

Amo tus espumas y tus burbujas diminutas porque yo sé que ellas subiendo por las venas de las plantas y los árboles serán después frutas frescas y florecillas leves. 

Porque tú eres el padre de las plantas y los árboles, de la nieve y de las nubes y porque a tí van a beber los animales y las raíces. 

Yo te amo porque tú eres el padre de toda la naturaleza y el germen de todos los paisajes. 

¡Oh cómo me gustaría ver en la pequeña playa de tus orillas los pies desnudos de la amada de los ojos luminosamente hondos! 

¡Oh Padre Río que te alargas indefinidamente como una esperanza, concédeme que venga a verte con la muy amada a la hora de la tarde, cuando tu cantar es más grave, cuando la luz es más dulce y las flores son más puras, cuando se habla en voz baja y se dicen cosas suaves, cuando nuestro corazón destila miel y los ojos se llenan de secretos! 

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