Árbol, hermano mío, mi corazón te ama por que lo llenas de natural frescura y de sabia bondad y porque eres doloroso como mi corazón.
Árbol, mi cerebro te ama porque eres escala para todos sus ensueños y camino para dominar los panoramas. Mi cerebro te ama porque eres el libro de hojas infinitas siempre renovadas y porque en cada una de tus hojas hay un poema exquisito para él.
Árbol, mi espíritu te ama porque tú eres como mi espíritu un sondeador infatigable porque como él amas todo lo profundo: sondeas con tus raíces las profundidades de la tierra y sondeas con tus ramas las profundidades del cielo.
Mi espíritu te ama porque creces mas hacia arriba que hacia abajo, porque tus ramas son como brazos que quisieran asirse de algo en el espacio para despegarse de la tierra.
Árbol, mis ojos aman tu cabellera verde porque mi vista descansa en ella como un pastor bajo su sombra. Mis ojos te aman porque eres para ellos un asiento en medio de la tarde, porque eres para ellos una fuente límpida en medio del calor del día.
Mis ojos aman el crepúsculo de los duraznos en flor.
¡Oh Árbol Milagroso, eres el compendio del paisaje y el resumen del silencio de la tarde!
Árbol, mis oídos te aman porque como tú gustan del canto de los pájaros y porque saben que tú en las mañanas de sol eres todo sonoro como una caja de música y porque mis oídos quisieran estar floridos de canciones como tú.
¡Ah Hermanos, ellos saben que la divina Harmonía pone de seda el espíritu, endulza el lenguaje y alumbra los ojos!
Árbol, mi boca te ama porque como tus hojas tiene anhelos de beber rocío y aguas puras y naturales, porque mi boca tiene ansias de besarte todo.
Mi boca te ama porque en medio de la tierra te yergues anhelante como una copa que aguardara el fresco licor de las nubes.
Y por eso tus ramas siempre están en la actitud de las manos que esperan una dádiva.
Árbol, mi cuello te ama porque así como el tuyo tiene el doloroso presentimiento del hacha del leñador, así el mío tiene el presentimiento de la guadaña inevitable.
Árbol, mis manos te aman, porque tienes para ellas suavidades de terciopelo y porque ellas saben bendecir como tus hojas al ser movidas por el viento y porque mis manos saben juntarse para orar como tus hojas por la noche.
¡Oh, el encanto de tus hojas que son suaves y tremantes como el ala de los pájaros!
Árbol, mis pies te aman porque como tus raíces quisieran estar en comunicación directa con la tierra; mis pies te aman porque como tus raíces quisieran hacerse camino para llevar a mi cuerpo todos los fluidos benéficos que la tierra esconde en sus entrañas.
Yo sé que tus raíces ansían el beso del agua fresca, como los pies del hombre fatigado por la marcha ansían el agua espumosa de las playas.
Árbol, mi sangre te ama porque quisiera ser fuerte y sana como la tuya, porque quisiera correr pródiga y fácil a través de la red de mis arterias, como tu savia a través de tu tronco y de tus brazos.
Y he ahí, ¡oh Árbol Milagroso, que desde que te miro y te comprendo, mi sangre es más rica y está purificada!
Árbol, mi frente te ama porque es orgullosa y pura como tu cima, porque es desafiadora de las tempestades como ella y porque mi frente sabe sorberse la luz del día y envolverse en el silencio de la noche como la tuya. Mi frente te ama porque, como la tuya, se abre para hacerse receptáculo de la claridad de la luna que se entreteje en tus cabellos blandos.
¡Oh la belleza inaudita de los Silencios llenos de Luna!
Árbol, mi carne te ama porque eres como una hidra de cien tentáculos ansiosa de beber toda la sangre de las nubes.
Árbol, mi Meditación te ama porque eres propicio a ella, porque eres su mejor asilo, porque con tus ramas le haces un muro de Soledad y la envuelves en Silencio.
Mi meditación te ama porque bajo tu sombra germina como el huevecillo bajo las tibias alas maternales.
Mi meditación te ama porque tu corteza es santa y bíblica como la del pan y porque es un escudo que aísla del vulgo tu riqueza interior.
Árbol de Primavera, Árbol que cantas el himno de los presentimientos gloriosos, Árbol todo lleno de brotes, tienes la dulzura de las madres recién fecundadas e infundes el respeto de los seres que llevan un ser dentro de su ser.
Árbol de Primavera, yo te amo porque amo la pureza de todo lo que nace, porque yo también necesito del sol para que broten mis ideas y florezco como tú sin saber por qué florezco.
Árbol de Estío, Árbol que cantas el himno de la plenitud y que estás lleno de frutos, eres como un cielo cuajado de estrellas, eres como una águila con las alas abiertas cobijando a sus polluelos.
Árbol de Estío, yo te amo porque la suavidad de tu fruta vivifica, porque tu sombra es como un palio de frescura para el hombre sudoroso; yo te amo porque eres desordenado y vigoroso en tu florecer como los cerebros fuertes y jóvenes.
Árbol de Otoño, Árbol vestido de amarillo, tu vestuario semeja una cota de bronce y tu himno es el himno de los presentimientos dolorosos. Eres como el hombre maduro que vierte por doquier las ideas que adquirió en el desarrollo de su ser.
Árbol de Otoño, yo te amo porque amo la pureza de todo lo que muere, yo te amo porque dejas caer las hojas de tus ramas blandamente sobre la tierra como caían las bendiciones de las manos de Cristo sobre los enfermos.
Árbol de Otoño, te amo porque amo la caridad callada.
Árbol de Invierno, Árbol que cantas el himno de las desolaciones y que el viento ha dejado sin hojas, eres como un abuelo ciego, cansado y tiritón al cual la experiencia ha dejado sin ilusiones y sin esperanzas, eres como un abuelo al que la vida ha arrugado la frente.
Árbol de Invierno, en medio del paisaje melancólico eres una plegaria de melancolía que se levanta a Dios.
Árbol de Invierno, en medio del paisaje pareces una escoba vieja. Y he ahí que por eso yo te amo: porque eres algo muerto que recuerda.
Árbol ensimismado en la contemplación de su propia maravilla y que al saberse grande y fuerte se siente invadido de una dulce serenidad.
Árbol altivo que parece una amenaza al cielo se yergue soberbio y al sentir su frente sola en medio del espacio envuelta de azul y de aire puro se estremece de dulzura.
Árbol solitario, eres como un ciego que se quedara solo en medio de la noche ebrio de cielo y de vacío.
Eres el símbolo de la fuerza porque en medio de los campos pareces un brazo caído de la altura con la mano crispada de tus raíces aferradas en la tierra.
Hermano Árbol, yo te amo. Yo te amo. Oh castaño duro y grueso, Oh Sicómoro fuerte y caprichoso, Oh Higuera de las ramas retorcidas.
¡Oh Almendro que en la tarde te estremeces de trinos y rumores y todo lleno de florecillas blancas, pareces un abuelo encanecido.
¡Oh Castaño, hermano mío, yo te amo porque diste sombra y reposo a las meditaciones de Boudha!
¡Oh Sicómoro, hermano mío, yo te amo porque diste sombra y reposo a las legislaciones de Moisés!
¡Y sobre todo a tí, Oh Higuera, Hermana mía, yo te amo porque diste sombra y reposo a las dulces parábolas de Cristo!
Árbol-Árbol, Hermano, yo te amo porque eres meditabundo y silencioso como yo y porque eres como una Pagoda para mi culto a la Naturaleza.