Quisiera veros en el campo, hijos míos, jugando entre las flores, a la sombra de los árboles y sobre el suelo verde y natural. 

¿Vamos al campo, hijos míos? 

Quiero veros reír al sol, quiero sentiros gritar de alegría con los pájaros que juegan entre las ramas. 

Así sentiréis vuestros ojos más clarificados y os tornareis mucho más sanos y mucho más ágiles. 

Trasminaos del olor de la ñipa y de las rosas silvestres, que ya comienzan a florecer, para que volváis a la ciudad impregnados de naturaleza. 

Corred entre los árboles, corred hasta que caigáis fatigados en el pasto verde. Así, en la noche, sentiréis más sueño y dormiréis mucho mejor. 

Vuestra madre escogerá la más bella de sus canciones para haceros dormir y su canto caerá sobre vuestros corazoncitos fatigados como una bendición, como un rayo de luna que se metiera por la ventana hasta vuestras camitas. 

Su canción caerá sobre vuestros corazoncitos como una lluvia de flores frescas y transportará vuestros espíritus, nadando en su perfume, a regiones inauditas. 

Su canción se recostará sobre vuestros sueños como la noche sobre los caminos. 

Y al día siguiente, hijos míos, cuando la mañana llegue a asomarse por el ojo de la llave como una mujer curiosa, os levantareis más temprano y os sentiréis más livianos para jugar. 

Por eso quiero veros en el campo, hijos míos, jugando entre las flores, trasminados de luz y sobre el suelo verde y natural.