M. A. Príncipe
Un Mastín, que ya sin dientes
De puro viejo se vía,
Ladraba de noche y día
A toda clase de gentes.
— «Aullidos impertinentes
Son esos a mi entender
Dijo otro Mastín, al ver
Su empeño en alborotar:
¿De qué te sirve ladrar,
Si ya no puedes morder?»