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Samaniego

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El raposo y el perro

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De un modo muy afable y amistoso
El Mastín de un pastor con un Raposo
Se solía juntar algunos ratos,
Como tal vez los perros y los gatos
Con amistad se tratan. Cierto día
El Zorro a su compadre le decía:
«Estoy muy irritado;
Los hombres por el mundo han divulgado
Que mi raza inocente (¡qué injusticia!)
Les anda circumcirca en la malicia.
¡Ah maldita canalla!
Si yo pudiera...» En esto el Zorro calla,
Y erizado se agacha. «Soy perdido,
Dice, los cazadores he oído.
¿Qué me sucede?» «Nada.
No temas, le responde el camarada;
Son las gentes que pasan al mercado.
Mira, mira, cuitado,
Marchar haldas en cinta a mis vecinas,
Coronadas con cestas de gallinas.»
«No estoy, dijo el Raposo, para fiestas:
Vete con tus gallinas y tus cestas,
Y satiriza a otro. Porque sabes
Que robaron anoche algunas aves,
¿He de ser yo el ladrón?» «En mi conciencia,
Que hablé, dijo el Mastín, con inocencia.
¿Yo pensar que has robado gallinero,
Cuando siempre te vi como un cordero?»
«¡Cordero! exclama el Zorro; no hay aguante.
Que cordero me vuelva en el instante,
Si he hurtado el que falta en tu majada.»
«¡Hola! concluye el Perro, Camarada,
El ladrón es usted, según se explica»
El estuche molar al punto aplica
Al mísero Raposo,
Para que así escarmiente el cosquilloso,
Que de las fabuliilas se resiente.
Si no estás inocente,
Dime, ¿por qué no bajas las orejas?
Y si acaso lo estás, ¿de qué te quejas?

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