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Gómez de la Serna

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El disfraz inaudito

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Martina siempre estaba planeando su nuevo traje de máscara desde que se acababa de consumir el último carnaval hasta que comenzaba el otro. Era para ella el carnaval como el momento para sus grandes iniciativas y sus grandes locuras.

Martina se había vestido un carnaval de aeroplano, otro carnaval de «Cortesana de Alejandría», y otro carnaval de «pitonisa»

Para el nuevo carnaval pensaba y pensaba sin cesar de qué se vestiría. A esa hora en que atardece y las mujeres que leíano cosían junto al balcón, por no levantarse de la silla y encender la luz se quedan pensando en sus cosas con la mirada perdida a través de los cristales del balcón, ella pensaba en el disfraz que la convendría.

—¡Un disfraz original! jUn disfraz verdaderamente original!—decía, levantando los ojos al cielo.

Pero su idea de disfraz no surgía, pues no quería de ningún modo vestirse de dominó, de dama con miriñaque ni de valenciana con el moflo lleno de clavijas.

Entonces, viendo que no llegaba del cielo la inspiración, vendió su alma al diablo «para que éste la vistiese con el disfraz más seductor, el disfraz que hiciese perder la cabeza a todos los hombres y al jurado» y el diablo entonces la disfrazó de «adúltera», y todo el público del Gran Baile Nacional la persiguió aquella noche.

(Revista "Flirt de Madrid, 23 de marzo de 1922)

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