Que a un proboscidio corpulento y fuerte
un león destrozase
o algún tigre feroz despedazase,
es un hecho posible, bien se advierte;
mas que se diera traza
de privar de la vida a tal bestiaza
una débil hormiga,
nadie lo ha de creer, aunque se diga.
El suceso parece una quimera,
pero, dicen, que fue de esta manera
–según reza una historia,
aceptada por fiel y verdadera–:
Vagando un elefante por la orilla
de una selva, pisó por accidente,
o adrede, a una homiguilla
que quedó lastimada gravemente.
Mientras el pobre insecto se quejaba,
el monstruo, indiferente, continuaba
su camino, dejando
a la mísera hormiga renegando,
y queriendo, de manera sangrienta,
vengarse de la bestia corpulenta,
la que tranquilamente se reía
de cuanto el insectillo le decía.
Éste, restablecido,
llegose a la presencia
del gigante animal, y con paciencia
esperó, entre las hierbas escondido,
hasta que al elefante vio rendido
por un sueño profundo.
Olvidó el proboscidio que en el mundo
nos cercan los peligros; y en su anhelo
de hallar descanso grato,
durmiose largo rato,
extendiendo la trompa por el suelo.
La hormiga se aprovecha de tal cosa
y en la nariz del monstruo
se introduce furtiva y cautelosa.
Llega hasta la ternilla,
le aplica su aguijón y la acribilla.
En su afán implacable de venganza,
blande su dardo cruel robusta lanza;
y su tenaz empeño
hace perder al elefante el sueño.
El animal despierta, da un bramido;
por el dolor cruel enfurecido,
se resuelve; despliega
la trompa y la refriega
en las hierbas, las rocas y los troncos.
Sus rugidos fortísimos y roncos
a todo el que los oye dan espanto;
y la hormiga, entre tanto,
con ahínco feroz y dura saña
con tesón y con maña,
prosiguió la ternilla taladrando
y al gigante infeliz exasperando.
A tan largo martirio no resiste:
con su trompa los árboles embiste;
se contunde, se hiere, se aniquila,
se desangra…, vacila;
y al fin, desesperado,
a la muerte se rinde, destrozado.
Exangüe cayó al suelo;
y entonces la hormiguilla, sin recelo,
salió de la nariz ensangrentada.
Viéndose bien vengada,
profirió estas palabras: A ninguno
debemos agraviar de modo alguno.
Con mi ejemplo a los hombres les enseño
que ningún enemigo es tan pequeño
como una hormiga coja,
para tomar venganza, si se enoja.