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Fernández de Lizardi

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Celia, su hijo y las gallinas

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Fuese a su quinta
la amable Celia,
y en ella pasa
la primavera.

Su casa, en tanto,
a Marcia deja,
recomendándole
la guarde mientras.

Con mucho empeño
le encarga y ruega
que a las Gallinas
cuide y atienda.

¡Que tengan agua!
¡Que maíz tengan!
Y en abundancia,
grano le entrega.

Confiada en esto,
Celia se ausenta;
y Marcia, ingrata,
bien se aprovecha
del grano y todo
cuanto le dejan.

¡Como ella logre
provecho y medra,
las Gallinitas
aunque perezcan!

Así sucede
en consecuencia:
algunas mueren,
otras enferman,
cuál enflaquece
y cuál se enteca.

El tiempo pasa,
Celia regresa;
ve sus Gallinas
hambrientas, muertas;
y, ardiendo en ira.
a Marcia increpa;
mas esta infame
da media vuelta.
¿Su acción, acaso,
tiene defensa?

Celia con esto,
se desespera,
grita, se enoja,
riñe y lamenta.

El hijo, entonces,
viendo tal pena,
quiere calmarla,
y abraza y besa
a Celia; y dice
con voz muy tierna:
-¿Ya ves lo que. hace
la infame vieja
con las gallinas
que tú le entregas? .
Pues lo mismo hacen
mil albaceas,
según me dice
doña Experiencia.

Por vida tuya,
Cuando te mueras,
ve a quién y cómo
nos encomiendas.

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2 minutos 37 segundos

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