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Fernández de Lizardi

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El loro en tertulia

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Por una casualidad,
en tertulia se reunieron
brutos y aves, y comieron
en buena paz y amistad.

Hallose por convidado
a esta célebre función
un Loro, que a la sazón
de la jaula había escapado.

Cada cual, a su manera,
dedicose a conversar;
el Loro llegó a cansar
con su charla chocarrera.

Con ademán presuntuoso
y con mucha algarabía,
dijo que todo entendía,
que era docto y talentoso.

Ya tocaba la trompeta,
ya pedía chocolate,
y con tanto disparate
el auditorio se inquieta.

Desatinos garrafales
soltaba a cada momento,
y tenía en un tormento
a los otros animales.

Sin embargo, admiradores
tuvo el Loro entre los brutos
que aplaudían, como frutos
de su ciencia, sus errores.

Esto más lo envanecía,
y cuando un ¡bravo! escuchaba
del asno que rebuznaba,
«¡ay qué regalo!» decía.

Muy pronto en una camorra
la reunión se convirtiera,
si por dicha no estuviera .
allí la atrevida Zorra.

Conoció el disgusto, astuta;
de calmar a todos trata;
-Lorito, dame la pata,
dijo, entremos en disputa.

Si es amplio, pues, tu saber,
dime, por Dios, una cosa:
¿Por qué es tu mujer golosa
y qué cosa es la mujer?

Todo se atrojó el salvaje,
y dijo:-Amiga, en rigor.
la mujer es ¡A babor!
¡a estribor! ¡fuego! ¡buen viaje!

Oyendo tales dislates,
por un loco lo tomaron,
y unánimes condenaron
su charla y sus disparates

-No, no es loco este infelice
(clama la Zorra, de pronto):
habla mucho porque es tonto
y no sabe lo que dice.

¡Verdad amarga, quizá,
que oyó el Loro con desprecio!
¡Ya se ve! ¿de esto, al necio
qué cuidado se le da?

A muchos necios aplico
mi fábula, ella comprende.
al que habla mucho y no entiende
lo que habla, como el Perico.

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