La solución de este conflicto no se hizo esperar.
He aquí una carta que puede servir de epílogo a nuestra historia:
«Querida Joaquina: Cuando recibas esta carta
Julián y yo habremos dejado de existir. Julián ha perdido toda su fortuna; no le queda en el mundo sino mi amor, que es ya su tormento.
»Me propuso que nos matáramos.—¿Sin dinero nosotros—me dijo,—qué hemos de hacer?
»El trabajo me espanta; mas para conservar su vida, le propuse que trabajásemos. Yo podría volver a ser modista... El, ¡qué sé yo! Se echó a reir. No he querido contrariarle. ¡Sabes lo bueno que ha sido para mí!
«Adiós, Joaquina.—Rosa.»