5. La limosna
Antoñito se detuvo con los pasteles ante un niño que guiaba a un ciego y que decía:
-¡Caballero, deme usted una limosna, que no hemos comido! ¡Qué día tan triste!
Al oír estas palabras Antoñito se acercó al muchachito y le dio los dos pasteles.
-¡Dios se lo pague, señorito! -Dijo el ciego.
-Yo no soy señorito: mi padre tiene que trabajar para darme de comer.
-¡Pues te bendigo a ti y a tus padres!