En qué consiste la paz firme del corazón y el verdadero aprovechamiento.
1. Hijo mío, Yo he dicho: La paz os dejo; mi paz os doy; y no os la doy como la da el mundo.
Todos desean la paz; mas no todos ponen los medios para lograr la paz verdadera.
Mi paz está con los humildes en la mucha paciencia.
Si me oyeres y siguieres mi voz, podrás gozar de mucha paz.
2. ¿Qué, pues, debo hacer?
3. Mira en todas las cosas lo que haces y lo que dices, y endereza toda tu intención a este fin: a agradarme a Mi solo; y a no desear ni buscar nada fuera de Mí.
Tampoco juzgues temerariamente de los hechos o dichos ajenos, ni te entremetas en lo que no es de tu cuidado, y así podrá suceder que poco o nada te turbes.
Bien que el no sentir tribulación alguna, ni experimentar mortificaciones del cuerpo o del corazón, no es propio de la vida presente, sino del eterno descanso.
Por eso no creas haber hallado la verdadera paz porque no sientas tribulación alguna; ni que todo te sea próspero porque no tengas ningún adversario; ni que está la perfección en que todo te suceda según tu quieres.
Ni debes reputarte por grande, ni digno de un afecto especial, porque tengas gran devoción y dulzura; pues en estas cosas no se conoce el verdadero amador de la virtud, ni consiste en ellas el provecho y la perfección del hombre.
4. ¿Pues en qué, Señor?
5. En ofrecerte con todo tu corazón a la divina voluntad, no buscando tu interés en lo poco ni en lo mucho, ni en lo temporal ni en lo eterno.
De manera que con igualdad de ánimo des gracias a Dios en las cosas prósperas como en las adversas, pesándolo todo con un mismo peso.
Si fueres tan fuerte y firme en la esperanza, que, faltándote el consuelo interior, aun esté dispuesto tu corazón para padecer mayores penas, y no te justificares diciendo que no debieras padecer tales y tantas cosas, sino que me tuvieres por justo, y alabares por santo en todo lo que Yo ordenare; cree entonces que andas por el verdadero y recto camino de la paz, y podrás tener esperanza cierta de ver nuevamente mi rostro con alegría.
Y si llegares a menospreciarte del todo a ti mismo, sábete que entonces gozarás de abundancia de paz, cuanta cabe en este destierro.