De la vida monástica.
1. Conviene que aprendas a reprimirte en muchas cosas, si quieres tener paz y concordia con otros.
No es poco morar en monasterios o en congregaciones, y estar en compañía de otros sin quejarse, y perseverar fielmente hasta la muerte.
Bienaventurado el que allí vive bien, y acaba dichosamente.
Si quieres vivir como corresponde y aprovechar, mirate como desterrado y peregrino sobre la tierra.
Conviene que te hagas ignorante por Jesucristo, si quieres seguir la vida religiosa.
2. El hábito y la tonsura poco hacen: la mudanza de costumbres y la entera mortificación de las pasiones son las que hacen al verdadero religioso.
El que busca algo fuera de Dios y de la salvación de su alma, no hallará sino tribulación y dolor.
No puede estar mucho tiempo en paz el que no procura ser el menor y el más obediente de todos.
3. Viniste a servir, no a mandar: persuádete que fuiste llamado para trabajar y padecer, no para holgar y hablar.
Pues aquí se prueban los hombres como el oro en el crisol.
Nadie puede permanecer aquí, si no quiere de todo corazón humillarse por Dios.