De cómo se ha de evitar la mucha familiaridad.
1. No descubras tu corazón a cualquiera; sino comunica tus cosas con el sabio y temeroso de Dios.
No trates mucho con los jóvenes y con los extraños.
No adules a los ricos, ni te complazcas en el frecuente trato con los grandes.
Acompáñate con los humildes y sencillos, con los devotos y morigerados, y trata con ellos cosas que sirvan de edificación.
No tengas familiaridad con mujer alguna; encomienda a Dios, en general, todas las buenas.
La familiaridad debes desearla solo con Dios y con sus Ángeles, y no te afanes por ser conocido de los hombres.
2. Justo es tener caridad con todos; pero no conviene la familiaridad.
Sucede a veces que apreciamos a una persona desconocida solo por su gran reputación, pero al verla queda destruída la opinión que de ella habíamos formado.
Pensamos a veces agradar a otros con nuestro trato, cuando al contrario, los disgustamos, porque descubren en nosotros costumbres menos ordenadas.