Al pasar rápidamente por mi lado, me rozó el borde de su falda.
Como de una isla ignorada, me llegó de su corazón una súbita y cálida brisa de primavera.
Me acarició un aliento fugitivo, y se desvaneció, como se pierde en el viento el pétalo arrancado a la flor.
Cayó sobre mi corazón como un suspiro de su cuerpo y un susurro de su alma.