25. Jesús coronado de espinas
Sangrando todo el cuerpo, descarnados los huesos hasta el punto postrero de poderse contar todos y cada uno, como dijo el Profeta, casi sin poder sostenerse por la mucha sangre perdida después de azotar a Jesús tan cruelmente le llevaron fuera del pretorio, y después de ejecutar esta orden, le volvieron al vestíbulo. Reunida allí toda la cohorte, en lugar de entregarle sus propios vestidos, le cubrieron con un manto de púrpura, y le pusieron en la cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en la mano derecha, y todos como por turno se le acercaban, y doblando la rodilla, mostrándose ante él le escarnecían diciendo: "¡Salve, oh rey de los judíos! y dábanle de bofetadas. Al mismo tiempo heríanle con la caña, que habían puesto en sus manos atadas y le cubrían de salidas.
He aquí a Jesús hecho rey de burlas, realizándose en este paso de su vida dolorosa el vaticinio del profeta rey, esto es, que "sería el oprobio de los hombres y la irrisión de la plebe". Y que desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza, no quedaría en su cuerpo una parte sana.