16. La transfiguración de Jesús
Seis días después de la espléndida profesión de fe de Pedro, Jesús llevó consigo al mismo Pedro, a Santiago y a Juan a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Resplandecía su rostro como el sol, y sus vestiduras estaban tan blancas como la nieve. Y he aquí que se aparecieron también Moisés y Elías, y conversaban con el Señor. Y Pedro dijo a Jesús: "Señor, bueno es que nos estemos aquí. Si quieres, haremos tres tiendas, una para ti otra para Moisés, y otra para Elías". Estaba aún hablando cuando vino una nube luminosa, y los ocultó; y saliendo una voz de ella, se oyeron estas palabras: "Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias; escuchadle". Al oír esto los discípulos, cayeron a tierra sobre sus rostros poseídos de un gran de miedo. Pero Jesús se acercó a ellos, y tocándoles, les dijo: "Levantaos, no temáis". Y alzando ellos los ojos no vieron más que a Jesús. Cuando bajaron del monte, el Divino Maestro les puso este precepto: "No diréis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos". Grabose profundamente el glorioso episodio en el alma de los tres apóstoles, pero cumplieron firmemente el divino mandato. Mientras vivió Jesús vida mortal nada dijeron de lo que habían visto.
El día siguiente de la Transfiguración, al pie del mismo monte, probablemente el Tabor, Jesús curó a un joven epiléptico, sordo y mudo, poseído del diablo, y después de obrar este milagro, Jesús dejó aquella región y atravesó Galilea.