De nuevo cruzó Jesús el mar, o propiamente el lago, de Tiberiades. El numeroso gentío que andaba por los alrededores de Cafarnaúm, se enteró del rumbo que había tomado, y fue a encontrarle, dando la vuelta a pie por las orillas del lago. Jesús estaba sentado en un monte con sus discípulos, cuando llegó a Él aquella multitud deseosa de escuchar sus divinas enseñanzas. Hasta el atardecer, el Señor les exhortó, explicándoles muchas cosas del reino de los cielos, consolándole,s y curándoles de sus dolencias. Como fuese ya muy tarde, los discípulos comenzaron a impacientarse, y acercándose al Maestro le dijeron: "Es menester que despidáis a esta gente, para que vaya a las aldeas de la comarca y se procure algo para comer".  Respondioles Jesús: "Dadle vosotros de comer".  El apóstol Felipe exclamó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno de ellos tome un bocado". Y Andrés añadió: "Aquí está un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; mas ¿qué es esto para tanta gente?" Entonces Jesús dijo: "Traedlos y hacer que todos se sienten". Sentáronse, pues, al pie de cinco mil hombres; Jesús tomó los panes y los peces, dio las gracias, y repartiolos entre la multitud, dando a todos cuanto querían. Después que quedaron saciados dijo a sus discípulos: "Recoged los pedazos que han sobrado a fin de que no se pierdan". Hiciéronlo, y llenaron con ellos dos veces cestos. Jesús renovó este mismo milagro en otra ocasión.