22 de noviembre de 1772
Al dirigir mis ruegos a Dios, no puedo decir "¡conservádmela!" Y, sin embargo, hay momentos en que creo que me pertenece. Tampoco puedo decir "¡dádmela!" porque pertenece a otro. Así juego y bromeo con mis dolores. De continuar, formaría una retahíla de antítesis.