21 de noviembre de 1772
Carlota no ve ni conoce que prepara por sí misma un veneno mortal para los dos, y yo bebo con voluptuosidad la copa fatal que ella me presenta. ¿Qué significa el aire de bondad con que frecuentemente me mira? ¿Frecuentemente?, no; algunas veces. ¿Por qué muestra complacencia al notar el efecto que su vista me produce a pesar mío? ¿Qué causa reconoce la compasión que revela en sus ojos?
Ayer, cuando me retiraba, me dio la mano, diciéndome: — "¡Adiós, querido Werther!" ¡Querido Werther! Es la primera vez que me ha llamado así, y hasta en lo más hondo de mi alma he sentido una dicha inefable. Más de cien veces he repetido esas palabras, y por la noche, al acostarme, hablando conmigo mismo, exclamé, sin darme cuenta de ello: "¡Adiós, querido Werther!" No he podido menos de reírme de semejante puerilidad.