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Goethe

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Las desventuras del joven Werther

Carta 65

95 Capítulos

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12 de septiembre de 1772

Habiendo ido Carlota a ver a Alberto, ha estado ausente algunos días. Hoy, al entrar yo en su habitación, salió a mi encuentro y le besé la mano con indecible júbilo.

Sobre un espejo había un canario que voló a sus hombros. Cogiéndole entre sus dedos, me dijo: —"Es un nuevo amigo que destino a mis niños. Es muy bonito; miradlo. Cuando le doy pan, divierte ver cómo agita las alas y picotea. También me besa; vedlo." Acercó su boca al pajarillo, y éste se plegó tan amorosamente contra sus dulces labios, como si comprendiese la felicidad que gozaba.

"Quiero que también os dé un beso" — dijo ella, acercando el pájaro a mi boca. Éste trasladó su piquito desde los labios de Carlota a los míos, y sus picotazos eran como un soplo de celestial felicidad.

—"Sus besos — dije — no son completamente desinteresados: busca comida, y cuando no la encuentra en las caricias que le hacen, se retira descontento." —"También come en mi boca" — exclamó Carlota, presentándole algunas migajas de pan en sus labios entreabiertos, sobre los cuales sonreían con voluptuosidad el placer y el éxtasis de un amor correspondido.

Volví la cabeza. Ella no debía hacer lo que hacía; no debía inflamar mi imaginación con estos transportes candorosos de alegría purísima, ni despertar mi corazón del sueño en que le arrulla la indiferencia que siento por la vida. ¿Y por qué no? Es que se fía de mí, es que sabe de qué modo la amo.

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