24 de marzo de 1772
He pedido mi cesantía con esperanzas de obtenerla y de que me perdonarás el que lo haya hecho sin consultarte. Necesito salir de aquí, y sé todo lo que pudieras decirme para evitarlo; así, pues, di a mi madre lo que ocurre, de modo que no ponga el grito en el cielo. Es preciso que lleve con paciencia el que no la satisfaga quien ni a sí mismo logra satisfacerse. No dudo que esto le causará mucha pena. ¡Ver que su hijo se detiene de pronto en la brillante carrera que le llevaba en línea recta a los puestos de consejero y embajador! ¡Ver que se desvía del camino!... Haz todas las objeciones que se te ocurran y cuantas combinaciones conduzcan a demostrar en qué casos podía y debía continuar aquí: he decidido irme, y me voy. Para que sepas adonde, te diré que mí compañía es muy grata al príncipe de ***, y que, cuando ha tenido noticia de mi determinación, me ha pedido que le acompañe a sus Estados para pasar con él la primavera. Me ha prometido que tendré libertad absoluta; y como estamos de acuerdo casi en todo, voy a correr el albur y a marcharme con él.