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Goethe

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Las desventuras del joven Werther

Carta 22

95 Capítulos

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18 de julio de 1771

Guillermo, sin el amor, ¿qué sería el mundo para nuestro corazón? Lo que una linterna mágica sin luz. Apenas se introduce la lamparilla, cuando las imágenes más variadas aparecen en el lienzo. Y aunque todo eso no sean sino fantasmas pasajeros, basta para labrar nuestra dicha cuando, deteniéndonos a contemplarlos como niños alegres, nos extasiamos con tan maravillosas ilusiones. Hoy no he podido ir a casa de Carlota; una visita inevitable lo ha impedido ¿Qué hacer? He enviado a mi criado, sin más objeto que él de tener cerca de mí a alguno que la haya visto hoy. ¡Con cuánta impaciencia le he esperado! ¡Con qué alegría he vuelto a verle! Le hubiera besado, a no ser el colmo de la locura.

Cuentan que la piedra de Bolonia, cuando se la expone al sol, absorbe los rayos, y puede luego alumbrar parte de la noche: en este caso se hallaba mi criado para mí. La idea de que los ojos de Carlota se habían fíjado en su cara, en sus mejillas, en los botones de su casaca y en el cuello de su abrigo, hacía todo esto tan sagrado y tan precioso para mí, que en aquel momento no hubiera yo dado a mi sirviente por mil escudos. Su presencia me llenaba de gozo. ¡Dios te libre de reírte! Guillermo ¿se puede llamar ilusiones o fantasmas a lo que nos hace felices?

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8 horas 36 minutos

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