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Goethe

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Las desventuras del joven Werther

Carta 21

95 Capítulos

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16 de julio de 1771

¡Ah!, ¡qué sensación tan grata inunda todas mis venas, cuando por casualidad mis dedos tocan los suyos, o nuestros pies se tropiezan debajo de la mesa! Los aparto como de un fuego, y una fuerza secreta me acerca de nuevo sin querer. El vértigo se apodera de todos mis sentidos, y su inocencia, su alma candida, no le permiten siquiera imaginar cuánto me hacen padecer estas insignificantes familiaridades. Si pone su mano sobre la mía cuando hablamos, y si en el calor de la conversación se aproxima tanto a mí que su divino aliento se confunde con el mío, creo morir como herido por el rayo, Guillermo, y este cielo, esta confianza, si llego a atreverme... Ya me entiendes. No, mi corazón no está tan corrompido. Es débil, demasiado débil... Pero ¿no es esto corrupción?

Carlota es sagrada para mí. Todos los deseos se desvanecen en su presencia. Nunca sé lo que experimento cuando estoy a su lado: creo que mi alma se dilata por todos mis nervios. Hay una sonata que ella ejecuta en el clave con la expresión de un ángel: ¡tiene tal sencillez y tal encanto! Es su música favorita y le basta tocar la primera nota para alejar de mí zozobras, cuidados y aflicciones. No me parece inverosímil ningún prodigio del poder mágico que los antiguos atribulan a la música. ¡Cómo me esclaviza este canto sencillo! ¡Y cómo sabe ella ejecutarlo en aquellos instantes en que yo me metería una bala en la cabeza!... Entonces, disipándose el desvarío y las tinieblas de mi alma, respiro con más libertad.

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