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Goethe

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Las desventuras del joven Werther

Carta 19

95 Capítulos

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11 de julio de 1771

La señora M.... está muy mala. Ruego a Dios por su vida, porque padezco viendo que Carlota padece. No la veo sino alguna vez en casa de una de sus amigas, donde hoy me ha contado una historia singular. El señor M..., es un viejo avaro, perverso y repugnante, que ha tenido atormentada y muy sujeta a su mujer toda la vida: ella, sin embargo, ha sabido sacar fruto de su situación. Habiéndola desahuciado el médico hace algunos días, mandó llamar a su marido, y, en presencia de Carlota, le habló en estos términos: — "Debo confesarte una cosa, que, después de mi muerte, podría ser motivo de inquietud y pesares. Hasta hoy he gobernado la casa con todo el orden y la economía posibles; pero debo pedirte perdón porque te he engañado durante treinta años. Desde nuestro casamiento, fijaste una cantidad muy pequeña para los gastos de comida y demás de la casa. Cuando ésta ha prosperado, y nuestros negocios han levantado el vuelo, no he podido lograr que aumentases la suma destinada para cada semana; tú sabes que en el tiempo de nuestros mayores gastos me obligabas a atender a todo con siete florines semanales. He obedecido sin replicar, y cada semana he sacado de tu caja lo indispensable para cubrir mis atenciones, segura de que nunca se sospecharía que una mujer robase a su marido. Nada he malgastado, y sin hacer esta confesión hubiera entrado tranquila en la eternidad; pero sé que la que me suceda en el gobierno de la casa no podrá manejarse con lo poco que tú das, y no quiero que llegues a echarle en cara que tu primera mujer se contentaba con ello."

He hablado con Carlota sobre la increíble ceguedad que hace que un nombre no sospeche manejo alguno en una mujer que con siete florines cubre de domingo a domingo todos los gastos, cuando se ve que éstos pasan del doble. Sin embargo, conozco gente que hubiera recibido en su casa, sin asombrarse, la inagotable cántara de aceite del profeta.

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