19 de junio de 1771
¿En qué punto de mi relato quedé el otro día? No lo recuerdo, y sólo puedo decirte que eran las dos de la madrugada cuando me acosté, y que, si en vez de escribirte, hubiera podido hablarte, acaso te hubiera hecho pasar toda la noche en claro.
Nada te he dicho aún de lo que sucedió a nuestro regreso del baile, ni hoy tengo disponible el tiempo que necesitaría para hacerlo.
El día amaneció deslumbrador. En torno nuestro, la selva húmeda y frescas llanuras... Nuestras compañeras de viaje comenzaron a dar cabezadas, y Carlota me dijo que si yo quería hacer otro tanto no lo dejase por ella. "Mientras vea esos ojos abiertos — le contesté fijando en ella mi mirada, — no hay peligro de que yo me duerma." Uno y otro hemos llegado despiertos a su casa. La criada le abrió la puerta sin hacer ruido, y habiéndole preguntado Carlota por su padre y sus hermanitos, aseguró que todos seguían bien y dormían a pierna suelta. Despedime de ella, pidiéndole permiso para volver a verla el mismo día. Me lo concedió, fui, y desde entonces ya pueden el sol, la luna y las estrellas recorrer sosegadamente sus órbitas sin que yo sepa si es de día o de noche, porque todo el universo ha desaparecido a mi alrededor.