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Goethe

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Las desventuras del joven Werther

Carta 5

95 Capítulos

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15 de mayo de 1771

Ya me conoce y me quiere la gente humilde de estos lugares: sobre todo los niños. Cuando al principio me acercaba a ella, y le dirigía amistosamente tal o cual pregunta, había quien, recelando que quería divertirme a su costa, me volvía la espalda groseramente. No me ofendía esto; pero me recordaba tenazmente lo que ya había observado yo con frecuencia, que los que ocupan cierta posición social se mantienen siempre impasibles a cierta distancia de las clases inferiores del pueblo, como si temieran rebajarse con su contacto; además, hay también aturdidos y bromistas de mal género que fingen descender hasta esa pobre gente, para hacerle sentir con más fuerza el peso de su arrogancia.

Bien sé que no somos iguales ni podemos serlo; pero, en mi opinión, el que cree necesario apartarse de lo que se llama pueblo para que éste le respete, es tan despreciable como el cobarde que se oculta de sus enemigos por temor de sucumbir.

Hace poco estuve en la fuente y encontré en ella a una criadita que, después de dejar la herrada al pie de la escalera, buscaba con la vista a alguna de sus compañeras para que le ayudase a ponérsela en la cabeza. Bajé, y fijando en ella la mirada: —"¿Quieres que te ayude, hija mía? —le dije. —¡Oh, señor!...— balbució, poniéndose roja como una amapola. —¡Bah!, sin cumplidos..." Arregló el rodete, la ayudé, me dio las gracias y volvió a subir las escaleras.

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