La princesa y el granuja - Pérez Galdós

No es necesario decir que la Princesa bailó con nuestro héroe. Las otras damas tenían por pareja a militares de alta graduación, o a soberanos que habían dejado sus caballos a la puerta. Entre aquellas figuras interesantísimas se veía a Bismarck, al Emperador de Alemania, a Napoleón y a otros grandes hombres. Migajas no cabía en su pellejo de puro orgulloso

Pintar las emociones de su alma cuando se lanzaba a las vertiginosas curvas del «wals» con su amada en brazos, fuera imposible. La dulce respiración de la Princesa, y sus cabellos de oro acariciaban blandamente la cara de Pacorrito, haciéndole cosquillas y causándole cierta embriaguez. La mirada amorosa de la gentil dama o un suave quejido de cansancio acababan de enloquecerle

En lo mejor del baile, los monos anunciaron que la cena estaba servida, y al punto se desconcertó el cotarro. Ya nadie pensó más que en comer, y al bueno de Migajas se le alegraron los espíritus, porque, sin perjuicio de la espiritualidad de su amor, tenía un hambre de mil demonios.

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Pérez Galdós

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La princesa y el granuja

Capítulo 9

14 Capítulos

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No es necesario decir que la Princesa bailó con nuestro héroe. Las otras damas tenían por pareja a militares de alta graduación, o a soberanos que habían dejado sus caballos a la puerta. Entre aquellas figuras interesantísimas se veía a Bismarck, al Emperador de Alemania, a Napoleón y a otros grandes hombres. Migajas no cabía en su pellejo de puro orgulloso

Pintar las emociones de su alma cuando se lanzaba a las vertiginosas curvas del «wals» con su amada en brazos, fuera imposible. La dulce respiración de la Princesa, y sus cabellos de oro acariciaban blandamente la cara de Pacorrito, haciéndole cosquillas y causándole cierta embriaguez. La mirada amorosa de la gentil dama o un suave quejido de cansancio acababan de enloquecerle

En lo mejor del baile, los monos anunciaron que la cena estaba servida, y al punto se desconcertó el cotarro. Ya nadie pensó más que en comer, y al bueno de Migajas se le alegraron los espíritus, porque, sin perjuicio de la espiritualidad de su amor, tenía un hambre de mil demonios.

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