Pedro A. de Alarcón
¡Cuántos brillantes salones se abrirán en este momento a una multitud alegre y bulliciosa!
El baile..., el amor..., la música...
¡Condenación para mí!
Allá imagino un perfumado gabinete, una chispeante chimenea, alfombras, butacas, pieles, café, ron, tabaco...; una plática tierna, descanso del placer, incentivo de más placeres...; una alcoba tibiamente alumbrada, un lecho mullido y el sueño de la felicidad... -¡Ay, mi Alejandra!
Pero no... Estoy en San Petersburgo. Es una tarde de Mayo. Tomamos el sol en embalsamados jardines. La gente ríe, habla acá y allá, me saluda... -¡Alejandra! ¡Alejandra mía!
¡Tampoco!
¡Ah, qué perdurable noche!...
¿Cuándo llegará mañana?