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Santa Teresa de Jesús

SANTA TERESA DE JESÚS

"Camino de perfección"

Capítulo 27

  CAPÍTULOS:

Biografía de Santa Teresa de Jesús en Wikipedia 

SANTA TERESA DE JESÚS

 

CAMINO DE PERFECCIÓN

Cap. 27

 
OBRAS DE SANTA TERESA DE JESÚS

PROSA

El libro de la vida

Camino de perfección

Las moradas

POESÍA

A la profesión de Isabel de los Angeles

Alma, buscarte has en mí

Al nacimiento de Jesús

A San andrés

A Santa Catalina mártir

A una profesa

Ayes del destierro

Coloquio amoroso

Cruz, descanso sabroso

En la cruz está la vida

En la festividad de los santos reyes

Nada te turbe

¡Oh hermosura que excedéis!

Para navidad

Pastores que veláis

Sobre aquellas palabras "Dilectus meus mihi"

Soneto a Jesús crucificado

Vivo sin vivir en mí

Vuestra soy, para vos nací

 

OTROS AUTORES

San Agustín

San Juan de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz

Miguel de Unamuno

 
 
Capítulo 27

En que trata el gran amor que nos mostró el Señor en las primeras palabras del Paternóster, y lo mucho que importa no hacer caso ninguno del linaje  las que de veras quieren ser hijas de Dios.

 

1. "Padre nuestro que estás en los cielos" (1).

¡Oh Señor mío, cómo parecéis Padre de tal Hijo y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por siempre jamás! ¿No fuera al fin de la oración esta merced, Señor, tan grande? En comenzando, nos henchís las manos y hacéis tan gran merced que sería harto bien henchirse el entendimiento para ocupar de manera la voluntad que no pudiese hablar palabra.

¡Oh, qué bien venía aquí, hijas, contemplación perfecta! ¡Oh, con cuánta razón se entraría el alma en sí para poder mejor subir sobre sí misma (2) a que le diese este santo Hijo a entender qué cosa es el lugar adonde dice que está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la tierra, hijas mías, que tal merced como ésta no es razón se tenga en tan poco, que después que entendamos cuán grande es nos quedemos en la tierra.

2. ¡Oh Hijo de Dios y Señor mío!, ¿cómo dais tanto junto a la primera palabra? Ya que os humilláis a Vos con extremo tan grande en juntaros con nosotros al pedir y haceros hermano de cosa tan baja y miserable, ¿cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar? (3) Obligáisle a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre nos ha de sufrir por graves que sean las ofensas. Si nos tornamos a El, como al hijo pródigo hanos de perdonar (4), hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque en El no puede haber sino todo bien cumplido (5), y después de todo esto hacernos participantes y herederos con Vos.

3. Mirad, Señor mío, que ya que Vos, con el amor que nos tenéis y con vuestra humildad, no se os ponga nada delante, en fin, Señor, estáis en la tierra y vestido de ella, pues tenéis nuestra naturaleza, parece tenéis causa alguna para mirar nuestro provecho; mas mirad que vuestro Padre está en el cielo; Vos lo decís; es razón que miréis por su honra. Ya que estáis Vos ofrecido (6) a ser deshonrado por nosotros, dejad a vuestro Padre libre; no le obliguéis a tanto por gente tan ruin como yo, que le ha de dar tan malas gracias (7).

4. ¡Oh buen Jesús, qué claro habéis mostrado ser una cosa con El (8), y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra! ¡Qué confesión tan clara, Señor mío! ¡Qué cosa es el amor que nos tenéis! Habéis andado rodeando, encubriendo al demonio que sois Hijo de Dios, y con el gran deseo que tenéis de nuestro bien no se os pone cosa delante por hacernos tan grandísima merced. ¿Quién la podía hacer sino Vos, Señor? Yo no sé cómo en esta palabra no entendió el demonio quién erais, sin quedarle duda (9). Al menos bien veo, mi Jesús, que habéis hablado, como Hijo regalado, por Vos y por nosotros, y que sois poderoso para que se haga en el cielo lo que Vos decís en la tierra. Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de dar, que no se os pone cosa delante.

5. Pues ¿paréceos, hijas, que es buen maestro éste, pues para aficionarnos a que deprendamos lo que nos enseña, comienza haciéndonos tan gran merced? Pues ¿paréceos ahora que será razón que, aunque digamos vocalmente esta palabra, dejemos de entender con el entendimiento, para que se haga pedazos nuestro corazón con ver tal amor? Pues ¿qué hijo hay en el mundo que no procure saber quién es su padre, cuando le tiene bueno y de tanta majestad y señorío? Aun si no lo fuera, no me espantara no nos quisiéramos conocer por sus hijos, porque anda el mundo tal que si el padre es más bajo del estado en que está el hijo, no se tiene por honrado en conocerle por padre.

6. Esto no viene aquí, porque en esta casa nunca plega a Dios haya acuerdo de cosa de éstas, sería infierno; sino que la que fuere más, tome menos a su padre en la boca. Todas han de ser iguales.

¡Oh Colegio de Cristo, que tenía más mando San Pedro con ser un pescador y le quiso así el Señor, que San Bartolomé, que era hijo de rey! (10) Sabía Su Majestad lo que había de pasar en el mundo sobre cuál era de mejor tierra, que no es otra cosa sino debatir si será buena para adobes o para tapias (11). ¡Válgame Dios, qué gran trabajo traemos! Dios os libre, hermanas, de semejantes contiendas, aunque sea en burlas. Yo espero en Su Majestad que sí hará. Cuando algo de esto en alguna hubiese, póngase luego remedio y ella tema no sea estar Judas entre los Apóstoles; denla penitencias hasta que entienda que aun tierra muy ruin no merecía ser (12).

Buen Padre os tenéis, que os da el buen Jesús. No se conozca aquí otro padre para tratar de él. Y procurad, hijas mías, ser tales que merezcáis regalaros con El, y echaros en sus brazos. Ya sabéis que no os echará de sí, si sois buenas hijas. Pues ¿quién no procurará no perder tal Padre?

7. ¡Oh, válgame Dios!, y que hay aquí en qué os consolar, que por no me alargar más lo quiero dejar a vuestros entendimientos; que por disparatado que ande el pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran interés.

 

NOTAS CAPÍTULO 27

1 Mt 24, 35.

2 Entrar en sí y subir sobre sí, eran expresiones corrientes entre los espirituales contemporáneos y con significado más o menos alambicado. Aquí la usa la Santa para designar con la primera la acción de recogerse al interior, y con la segunda una elevación mística en general. -En otras ocasiones critica ella misma la teoría del "subir sobre sí" (cf. Vida c. 22, nn. 1, 4, 5, 7; y Moradas IV, c. 3, nn. 2 y 6).

3 Lc 24, 35.

4 Lc 15, 20.

5 En la 1ª redacción sigue insistiendo: hanos de regalar; hanos de sustentar, que tiene con qué. -Siguen dos alusiones bíblicas a Ef 3, 15 y 2 Pt 1, 4.

6 Estar ofrecido: haber hecho una promesa o voto personal, como un "romero" o peregrino; frase típica, tomada del lenguaje popular.

7 ... y otros también hay que no se las dan buenas, añade la 1ª redacción.

8 Alusiones a Jn 10, 30 y 8, 29.

9 Un censor tachó en el autógrafo esta afirmación de la Santa, probablemente por escrúpulo teológico: la fe del diablo no pudo estar exenta de dudas.

10 No sé dónde lo halló, anotó marginalmente uno de los censores del autógrafo. -La Santa leyó esta peregrina noticia en el Flos Sanctorum de su tiempo, que basados en la etimología de la palabra (Bartolomaeus), hacían al Apóstol descendiente de los Ptolomeos.

11 Que no es otra cosa sino debatir ni será para bodoques buena o para adobes, había escrito en la 1ª redacción. Bodoque era una "pelotilla de barro que se tira con el arco o con la ballesta que llaman de bodoque" (Cobarruvias). La Santa o quizá un corrector enmendó esa palabra cambiándola en "lodo".

12 En la 1ª redacción: Y cuando algo de esto en alguna hubiere, no la consintáis en casa, que es Judas entre los apóstoles. Haced cuanto pudiéreis de libraros de tan mala compañía. Y si esto no podéis, más graves penitencias que por otra cosa ninguna, hasta que conozca que aun tierra muy ruin no merecía ser. Buen Padre os da el buen Jesús. No se conozca aquí otro padre para tratar de él, si no fuere el que nos da vuestro Esposo.

 

Capítulo 27
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