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Santa Teresa de Jesús

SANTA TERESA DE JESÚS

"Camino de perfección"

Capítulo 22

  CAPÍTULOS:

Biografía de Santa Teresa de Jesús en Wikipedia 

SANTA TERESA DE JESÚS

 

CAMINO DE PERFECCIÓN

Cap. 22

 
OBRAS DE SANTA TERESA DE JESÚS

PROSA

El libro de la vida

Camino de perfección

Las moradas

POESÍA

A la profesión de Isabel de los Angeles

Alma, buscarte has en mí

Al nacimiento de Jesús

A San andrés

A Santa Catalina mártir

A una profesa

Ayes del destierro

Coloquio amoroso

Cruz, descanso sabroso

En la cruz está la vida

En la festividad de los santos reyes

Nada te turbe

¡Oh hermosura que excedéis!

Para navidad

Pastores que veláis

Sobre aquellas palabras "Dilectus meus mihi"

Soneto a Jesús crucificado

Vivo sin vivir en mí

Vuestra soy, para vos nací

 

OTROS AUTORES

San Agustín

San Juan de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz

Miguel de Unamuno

 
 
Capítulo 22

En que declara qué es oración mental.

 

1. Sabed, hijas, que no está la falta para ser o no ser oración mental en tener cerrada la boca. Si hablando, estoy enteramente entendiendo y viendo que hablo con Dios con más advertencia que en las palabras que digo, junto está oración mental y vocal. Salvo si no os dicen que estéis hablando con Dios rezando el Paternóster y pensando en el mundo; aquí callo. Mas si habéis de estar, como es razón se esté, hablando con tan gran Señor, que es bien estéis mirando con quién habláis y quién sois vos, siquiera para hablar con crianza. Porque ¿cómo podéis llamar al rey Alteza, ni saber las ceremonias que se hacen para hablar a un grande (1), si no entendéis bien qué estado tiene y qué estado tenéis vos? Porque conforme a esto se ha de hacer el acatamiento, y conforme al uso, porque aun esto es menester también que sepáis. Si no, enviaros han para simple (2) y no negociaréis cosa.

Pues ¿qué es esto, Señor mío? ¿Qué es esto, mi Emperador? ¿Cómo se puede sufrir? Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado el que tenéis. Cuando en el Credo se dice "vuestro reino no tiene fin", casi siempre me es particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre; en fin, vuestro reino durará para siempre. Pues nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos, sea sólo con la boca.

2. ¿Qué es esto, cristianos, los que decís no es menester oración mental, entendéisos? (3) Cierto, que pienso que no os entendéis, y así queréis desatinemos todos: ni sabéis cuál es oración mental ni cómo se ha de rezar la vocal ni qué es contemplación, porque si lo supieseis no condenaríais por un cabo lo que alabáis por otro.

3. Yo he de poner siempre junta oración mental con la vocal, cuando se me acordare, porque no os espanten, hijas; que yo sé en qué caen (4) estas cosas, que he pasado algún trabajo en este caso, y así no querría que nadie os trajese desasosegadas, que es cosa dañosa ir con miedo este camino. Importa mucho entender que vais bien, porque en diciendo a algún caminante que va errado y que ha perdido el camino, le hacen andar de un cabo a otro, y todo lo que anda buscando por dónde ha de ir se cansa y gasta el tiempo y llega más tarde.

¿Quién puede decir es mal, si comenzamos a rezar las Horas o el rosario, que comience a pensar con quién va a hablar y quién es el que habla, para ver cómo le ha de tratar? Pues yo os digo, hermanas, que si lo mucho que hay que hacer en entender estos dos puntos se hiciese bien, que primero que comencéis la oración vocal que vais a rezar, ocupéis harto tiempo en la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido que a un labrador, o como con una pobre como nosotras, que como quiera que nos hablaren va bien (5).

4. Razón es que, ya que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé hablar con él, no por eso me deja de oír ni me deja de llegar a sí ni me echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que están allí la condición de su Rey, que gusta más de estas groserías de un pastorcito humilde que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad (6). Así que no porque El sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos. Siquiera para agradecerle el mal olor que sufre en consentir cabe sí una como yo, es bien que procuremos conocer su limpieza y quién es. Es verdad que se entiende luego en llegando, como con los señores de acá, que con que nos digan quién fue su padre y los cuentos que tiene de renta y el dictado (7), no hay más que saber. Porque acá no se hace cuenta de las personas para hacerlas honra, por mucho que merezcan, sino de las haciendas.

5. ¡Oh miserable mundo! Alabad mucho a Dios, hijas, que habéis dejado cosa tan ruin, adonde no hacen caso de lo que ellos en sí tienen, sino de lo que tienen sus renteros y vasallos; y si ellos faltan, luego falta de hacerle honra. Cosa donosa es ésta para que os holguéis cuando hayáis todas de tomar alguna recreación, que éste es buen pasatiempo, entender cuán ciegamente pasan su tiempo los del mundo.

6. ¡Oh Emperador nuestro, sumo poder, suma bondad, la misma sabiduría, sin principio, sin fin, sin haber término en vuestras obras, son infinitas, sin poderse comprender, un piélago sin suelo de maravillas, una hermosura que tiene en sí todas las hermosuras, la misma fortaleza! ¡Oh, válgame Dios! ¡quién tuviera aquí junta toda la elocuencia de los mortales, y sabiduría para saber bien -como acá se puede saber, que todo es no saber nada, para este caso- dar a entender alguna de las muchas cosas que podemos considerar para conocer algo de quién es este Señor y bien nuestro!

7. Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o con quién estáis hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo lo puede, su querer es obrar. Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro Esposo y que entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener. ¡Oh, válgame Dios!, pues acá, cuando uno se casa, primero sabe con quién, quién es y qué tiene. Nosotras, ya desposadas, antes de las bodas, que nos ha de llevar a su casa, pues acá no quitan estos pensamientos a las que están desposadas con los hombres (8), ¿por qué nos han de quitar que procuremos entender quién es este hombre y quién es su Padre y qué tierra es ésta adonde me ha de llevar y qué bienes son los que promete darme, qué condición tiene, cómo podré contentarle mejor, en qué le haré placer, y estudiar cómo haré mi condición que conforme con la suya? Pues si una mujer ha de ser bien casada, no le avisan otra cosa sino que procure esto, aunque sea hombre muy bajo su marido.

8. Pues, Esposo mío, ¿en todo han de hacer menos caso de Vos que de los hombres? Si a ellos no les parece bien esto, dejen os vuestras esposas, que han de hacer vida con Vos. Es verdad que es buena vida. Si un esposo es tan celoso que quiere no trate con nadie su esposa, ¡linda cosa es que no piense en cómo le hará este placer y la razón que tiene de sufrirle y de no querer que trate con otro, pues en él tiene todo lo que puede querer!

Esta es oración mental, hijas mías, entender estas verdades. Si queréis ir entendiendo esto y rezando vocalmente, muy enhorabuena. No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas, que esto hace no entender qué cosa es oración mental. Creo va dado a entender. Plega al Señor lo sepamos obrar, amén (9).

 

NOTAS CAPÍTULO 22

1 Hablar un grande, escribió la Santa. Seguimos la enmienda de Fray Luis de León (p. 128).

2 Por simple, decía la 1ª redacción, en la cual se lee a continuación un episodio acaecido a la Santa durante su permanencia en el palacio de Dña. Luisa de la Cerda (cf. Vida c. 34): Y más habréis menester si no lo sabéis bien, de informaros y aun de deletrear lo que habéis de decir. A mí me acaeció una vez; no tenía costumbre a hablar con señores, e iba por cierta necesidad a tratar con una que había de llamar "señoría", y es así que me lo mostraron deletreado. Yo como soy torpe y no lo había usado, en llegando allá no lo acertaba bien. Acerté decirle lo que pasaba y echarlo en risa, porque tuviese por bueno llamarla "merced"; y así lo hice.

3 La 1ª redacción proseguía: que querría dar voces y disputar -con ser la que soy- con los que dicen que no es menester oración mental.

4 En qué caen: en qué vienen a parar.

5 En la 1ª redacción: ... primero que comencéis la oración vocal -que es rezar las horas o el rosario-, ocupéis hartas horas en la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar con un príncipe como con un labradorcillo o como con una pobre como nosotras, que no va más que nos llamen tú que vos.

6 En la 1ª redacción escribió: gusta más de estas groserías ... que de las 'teulogías' muy ordenadas, si no van con tanta humildad.

7 Los cuentos de renta: millones de renta. -El dictado: el título de dignidad al que correspondía el "tratamiento": merced, señoría, alteza, majestad...

8 Fray Luis en su edición (p. 132) creyó necesario completar el original, redondeando el primer período: "pues acá cuando uno se casa, primero sabe con quién... nosotras ya desposadas... no pensaremos en nuestro esposo? -Su enmienda ha sido seguida por casi todos los editores, a pesar de ser francamente superflua. Nótese el paralelo entre la 1ª redacción: Pues acá, si uno se casa, primero sabe quién es y cómo y qué tiene. Nosotras estamos desposadas y todas las almas por el bautismo. Antes de las bodas y que nos lleve a su casa el desposado -pues no quitan acá estos pensamientos con los hombres- ¿por qué nos han de quitar que entendamos nosotras quién es este hombre? -Para la recta inteligencia del texto teresiano, téngase en cuenta su precisión lexical y el ceremonial matrimonial de entonces: "desposados" y "esposos" eran los dos prometidos después del "desposorio" y antes de las "bodas" o matrimonio, con el cual pasaban a ser "casados". Ya antes de las "bodas" era de rito que el "esposo" llevase la esposa a la propia casa, para completar las "vistas".

9 La 1ª redacción concluía así: No os espante nadie con esos temores. Alabad a Dios, que es poderoso sobre todos y que no os lo pueden quitar. Antes la que no pudiere rezar vocalmente con esta atención, sepa que no hace lo que es obligada; y que lo está -si quiere rezar con perfección- de procurarlo con todas sus fuerzas, so pena de no hacer lo que debe a esposa de tan gran rey. -Suplicadle, hijas, me dé gracia para que lo haga como os lo aconsejo, que me falta mucho. Su Majestad lo provea por quien es.

 

Capítulo 22
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