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William Shakespeare

William Shakesperare

Sueño de una noche de verano

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Las diabluras de Puck

Biografía de William Shakespeare en Wikipedia


 
 
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Música: Chopin - Nocturne in C minor

Las diabluras de Puck
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La reina Titania continuaba sumida en un apacible sueño, por lo cual no oyó cómo llegaban Quince, Bottom y la osada compañía de noveles actores. Pusiéronse, pues, a ensayar el drama en el bosque a pocos pasos de donde estaba Titania. Bottom, como de costumbre, quería llevar la batuta, todo lo mangoneaba, y advertía y daba consejos a todos de cómo habían de hacer sus respectivos papeles.

Pero, aunque ignoraba Titania la presencia de aquella comparsa, no faltaba quien los había acechado. El trasguillo Puck, por otro nombre «Robín, el buen chico», no dormía ciertamente, sino que estaba muy alerta y siempre dispuesto a inventar alguna travesura. Ya se divertía en asustar a las jóvenes aldeanas con burlas de toda clase, ya retozaba en la mantequera impidiendo que fluyera la manteca: unas veces en forma de duende, otras de fuego fatuo, hacia errar el camino a los crédulos caminantes. Algunas veces, en forma de manzana cocida saltaba a una ponchera llena de espirituosa cerveza y golpeaba los labios de alguna abuela al momento de acercarlos al líquido espumoso; o también, en cuanto alguna jamona se disponía a relatar a sus compañeras alguna historia triste y melancólica, apartaba Puck con gran soltura y presteza el banquillo en que ella se sentaba y la jamona ¡zas! daba con sus nalgas en el suelo, mientras sus camaradas se desternillaban de risa.

En esta ocasión hízole gracia a Puck la extraña y abigarrada compañía de sencillos artesanos llegados de Atenas para ensayar el drama en el bosque, y ocurríosele gastar una pesada broma al arrogante Bottom. Éste, después de haber recitado algunas líneas de su papel, tenía que retirarse de la escena dejando en ella a los demás: ahora bien, Puck se aprovechó de aquel momento favorable, y, en un periquete, encasquetóle una cabeza de asno.

Ignorando la extraña transformación que acababa de sufrir su persona, Bottom entró de nuevo en la escena para continuar su papel. A la vista de aquel esperpento, empezaron todos sus camaradas a chillar y echaron a huir espantados diciendo que hablan sido víctimas de un hechizo. Solo Bottom estaba ajeno a todo y no sabiendo a qué obedecía aquel trastorno, se figuraba que todo aquello no era más que una farsa inventada para espantarle.

—¡No yo no me muevo de aquí, por más que hagan! — decía atónito y sin acertar a darse cuenta exacta de lo que pasaba. Voy a pasearme de arriba abajo, y para que vean que no tengo miedo cantaré. Y en efecto, empezó a pasear arriba y abajo por el bosque, cantando con una chillona y destemplada voz, que más que voz humana parecía rebuzno de asno, la siguiente copla:

Mirlo, de negro plumaje
Y de pico anaranjado:
Tordo, de canto ajustado:
Tin tin-tin...
Reyezuelo parlanchín.

— ¿Quién es este bendito ángel que me despierta en mi lecho de flores?-exclamó Titania despertando de su sueño.

El sortilegio empezaba a producir sus efectos, y ella contemplaba, embebecida, la grotesca figura de aquel monstruoso personaje.

Bottom terminó su cantar:

Gorrión, alondra, pinzón,
Cuclillo de canto llano
Que oye absorto el ser humano,
Sin darle contestación.

— Sigue cantando, sigue, feliz mortal quienquiera que seas, que vas errante por este bosque — díjole Titania. — Canta, que mi oído se recrea y deleita con tus dulces acentos, lo mismo que mis ojos con la hermosura y gracia de tu forma. Me parece que tu ingenio corre parejas con tu hermosura.

— ¡Ah no, señora! — replicó Bottom con desabrimiento; — no tengo ni lo uno ni lo otro, pues por poco talento que tuviese, él me bastaría para hacer lo que más cuenta me trae en este momento, que es salir de este bosque.

— ¿Salir de este bosque? — repuso Titania; — no te pase tal cosa por el pensamiento. Aquí te has de quedar, quieras que no. Yo soy un espíritu superior al tuyo y de esfera no común ni vulgar, y te adoro; ven, pues, conmigo. Tendrás un ejército de hadas a tus órdenes: ellas te traerán gran número de joyas, y al arrullo de sus dulces cantares el sueño bienhechor te regalará, tendido en un lecho de flores. ¡Flor de guisante, Telaraña, Falena, Grano de mostaza!... venid.

A este llamamiento acuden presurosas cuatro sílfides, y la reina de las hadas, hecha todo amor y ternura, les confía el nuevo objeto de sus afecciones. Llévanlo ellas al interior del bosque y le coronan de flores, mientras la soberana colma de caricias a aquel zoquete. Este no había hasta entonces sentido movimiento ninguno de simpatía ni ternura ante la delicada belleza de la reina de las hadas, y por lo mismo aceptaba sus deferencias y galanterías con estúpida indiferencia. Pero la virtud del hechizo obraba con tal eficacia, que Titania estaba completamente fuera de sí.

— Habla, amor mío — decíale con voz cariñosa, — ¿que deseas comer ahora?

— ¡Pardiez, un celemín de cebadal- respondió Bottom en tono de patán amoscado: -con gusto me comería un pienso tan exquisito. Ahora empero, dejadme en paz y que nadie chiste, pues siento ganas de dormir.

— Ea, duerme, que yo quedo ahí, a tu lado -díjole la reina. — Vosotras, hadas, quitaos de aquí — ¡Oh!; ¡cuánto te amo, pichón! ¡qué locura siento por ti! 

Hermia había partido en busca de Lisandro, pero no fue ciertamente Lisandro, sino Demetrio a quien encontró: como de costumbre, empezó a hacerle mil declaraciones de amor, y ella, como siempre, le rechazó airada. ¡Extraño fenómeno! Lisandro había sido su único amor en el mundo, y ahora, despierta de su sueño, su corazón había completamente cambiado de objetivo: ¿a qué obedecía, pues aquel cambio?

-Este es el ateniense, cuyos parpados te mandé ungir— dijo por lo bajo Oberón a Puck, mientras ambos estaban acechando, escondidos detrás del ramaje.

-La mujer-repuso Puck,— es ciertamente la misma; no así el hombre.

— ¿Qué hiciste pues? — insistió el rey de los silfos.-Por lo visto has incurrido en un lamentable error. Has derramado el jugo mágico en los ojos de un amante sincero y leal, y ahora, gracias a tu equivocación ha sucedido todo lo contrario a lo que yo pretendía; en vez de convertir en sincero afecto un amor engañador, lo que era verdadero amor, ha degenerado en torpe traición. Ea, pues, recorre todo el bosque con la rapidez del viento; es preciso que halles a Elena la ateniense: la pobre está acabada de sufrimientos, pálida y su semblante desencajado. Date maña para inventar alguna estratagema para traerla a mi presencia; que yo, mientras te aguardo, derramaré el jugo mágico en los párpados de Demetrio.

Con el aliento que le daba su impaciencia por remediar el daño que su impremeditación causara, echó a correr Puck a través del bosque. Oberón por su parte dióse prisa a untar los párpados de Demetrio.

Al cabo de pocos instantes compareció Elena, esta vez en compañía de Lisandro: nueva confusión, nuevas dudas y perplejidades. Demetrio despierta, y su primera mirada dirígese a Elena: inflámase su corazón en amor hacia ella y olvida a Hermia. 

Elena no halla explicación para lo que está pasando, y no sabiendo qué solución dar a aquel enigma cree que aquellos dos hombres no intentan más que mofarse de ella e insultarla villanamente, ya que el día anterior Lisandro estaba dispuesto a casarse con Hermia, y el propio Demetrio, después de galantear a Elena, aspiraba a la mano de su amiga. ¿Por quée pues aseguraba en aquel momento a Elena que era ella el único objeto de bus aspiraciones? No podía imaginar Elena que todo este enigma tuviese su explicación en la virtud de una maligna flor.

En cuanto a Hermia, estaba tan desconsolada como Elena. Su perplejidad había ya llegado a su más alto grado, al ver que Demetrio le volvía súbitamente la espalda, sin atenderla en nada: pero lo que le atravesaba el corazón era ver que su fiel amante Lisandro no solo la abandonaba por Elena, sino que además la llenaba de denuestos e insultos siempre que la encontraba.

La equivocación de Puck había, pues, producido un verdadero enredo, imposible de deshacer.

Demetrio y Lisandro, en la locura de sus celos, terminaron por retarse en desafío, pero esta vez el trasguillo Puck intervino con éxito lisonjero, pues logró despistar tan a maravilla a los contrincantes, que no se pudieron hallar el uno al otro y anduvieron errantes y perdidos en la obscuridad del bosque. Por fin, rendidos de fatiga, dejóse caer Lisandro en el suelo y quedó dormido, y poco después la fiel Hermia se sentaba a su lado. Dióse entonces prisa Puck a ungir de nuevo los parpados de Lisandro, quien, al despetar, lo primero que vio fue su compañera; con lo cual todo acabó bien. Lisandro devolvió a Hermia su primitivo amor, y como ya Demetrio había vuelto a enamorarse de Elena, no hubo obstáculo alguno para la realización de los sueños de ambas parejas, que eran unirse para siempre.

Entretanto el rey Oberón, compadecido de su encantadora consorte, no pudo ya por más tiempo verla entre las garras de tan repugnante monstruo. Encendida en nuevo fuego de pasión, Titania había cedido a Oberón el jovencito paje que reclamaba: él, por su parte, satisfecho de verse complacido, apresuróse a romper por medio de un sortilegio el hechizo que tenía dominada a la reina de las hadas. Díjole pues:

Sé de nuevo la que fuiste,
Contempla lo que antes viste.

Y ahora, querida Titania, reina mía adorada, despierta.

— ¡Oh mi adorado Oberón!— exclamó la reina de las hadas al despertar: — ¡qué visiones han pasado por mis ojos!, ¡que raras y extravagantes!... He llegado a soñar que estaba enamorada de un jumento.

—No es extraño, querida, aquí esta tu amante — replicó el rey,— mostrándole a Bottom que dormía allí, roncando estentóreamente.

— ¿Cómo es esto? ¡Oh y qué repugnante criatura!— exclamo Titania retrocediendo horrorizada.

Oberón dió entonces orden a Puck que quitase a Bottom la cabeza de asno, de manera que al despertar le pareciese que todo aquello no había sido más que un sueño. Hecho esto, los soberanos, ya reconciliados, arrancaron el vuelo desapareciendo de allí.

Al amanecer del día siguiente, al entrar el duque Teseo en el bosque para cazar, en compañía de su prometida Hipólita, hallóse inopinadamente con las dos parejas de enamorados. Egeo, padre de Hermia, acompañaba al duque, pero no fue necesario aplicar la cruel ley de Atenas, puesto que Demetrio, habiendo renunciado al amor de Hermia, declaró formalmente que Elena, su primer amor, era la sola mujer con quien quería casarse. Cuanto sucediera, parecía un sueño a aquellos felices novios.

— ¿Estáis seguros— decía Demetrio, — de que no dormimos aún? A mí me parece todo esto un sueño.

Sin embargo, su dicha era una verdadera realidad; no ciertamente un sueño que se desvaneciese a la luz de la alborada de aquel día. Las bodas de Hermia y Lisandro y de Elena y Demetrio celebráronse el mismo día que la de Teseo e Hipólita. Grandes fueron los festejos de la ciudad de Atenas, pero el más saliente de todos fue sin duda el drama que representaron Bottom y su flamante comparsa.

«La enfadosa y corta escena del joven Píramo y su amante Tisbe chiste muy trágico»: tal era el título que encabezaba el programa. Efectivamente, tragedia fue muy chistosa y que deleitó en gran manera a la mayor parte de los espectadores.

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